6:54 am. Suena el despertador como todos los días, Radio Nacional me despereza con sus voces, esos no duermen nunca y me aseguran un despertar a ritmo de palabras. Apuro unos minutos y me levanto de un salto para iniciar el día. Es 12 de Enero de 2017. No es otro día. Es el día.
Mi reloj me lo recuerda desde hace 2 años que este es el día donde se debe empezar a gestar el sueño, el día que se pasa de ilusión lejana a sueño realizable, el inicio de un viaje apasionante a lo desconocido, directo al corazón de Europa para rodear su cumbre más alta en menos de 46 horas.
La mañana transcurre con cierta normalidad, similar a cualquier otro día mientras que se acerca la hora del momento decisivo.
Sé que no las tengo todas conmigo, que las probabilidades no me dan la victoria asegurada, de hecho pierdo el partido antes de empezar por 2 a 5, pero hay que usar el poder oculto del pensamiento positivo y cualquier otro elemento de persuasión y me aferro a él los días previos.
Palabras cruzadas con la manada los momentos antes de que se publique el sorteo me tranquilizan. Ellos, mi gente de correr, siempre los he sentido detrás empujándome en cada ultra que he hecho. Es como si les debiera en parte estar aquí ahora mismo y no quería defraudarles. Aunque parezca que practicar ultras es algo solitario, no es así. Todas esas horas de soledad en el monte genera vínculos más fuertes con los tuyos. Se piensa y mucho, unas veces en silencio y otras en voz alta. Y esos lazos forjados en soledad se trasladan al día a día en forma de cariño y amistad.
Se acercan las 10 de la mañana. Resuena en mi cabeza una vez más la marcha Radetzky (Johann Strauss padre, 1896). Al igual que en todo inicio de año, esta marcha sirve de banda sonora para purgar y resetear, mirar hacia el futuro y proponerse objetivos a cumplir, así que es buen momento para invocar al mariscal de campo Joseph Wenzel Radetzky una vez más.
Lo tengo todo preparado. Los vuelos seleccionados y el alojamiento localizado tras buscar y rebuscar la mejor ubicación con el mínimo coste, todo a tan solo un clic de ratón. Me imagino que los otros 7.000 corredores estarán haciendo lo mismo que yo y se agotará pronto la oferta.
Son las 10 de la mañana del 12 de Enero de 2017. Es mi momento. Es hora de mirar al destino cara a cara, entro en la web de la prueba y allí está mi nombre.
Refusé. No se Francés, pero no lo necesito para saber el resultado del sorteo.
Miro la pantalla del ordenador y allí estaban las ventanas abiertas de easyjet y booking preparadas para darle al botón de pagar que me llevarían al epicentro del ultra trail mundial y no podía.
Vuelvo a mirar la web de la organización. Refusé. Ahora parece que leo el francés como si fuera mi lengua nativa, porque lo entiendo a la perfección, incluso me atrevo a decir que hasta hubiera pronunciado perfectamente la “R” francesa como si hubiera nacido en el mismísimo Chamonix.
Refusé. No había nada más que hacer que esperar otros 12 meses hasta que llegara mi hora. No entraba en mis planes esta situación. Intento tener todo lo controlable controlado, pero obviamente este punto estaba fuera de control, así que simplemente me sentía consternado por no poder seguir mi estrategia, de seguir mi segunda fase del plan.
Hablo con mi círculo más cercano. Les doy la noticia. Vuelvo a mirar la pantalla y allí estaba la palabra centelleante enfrente de mis ojos. Refusé.
En un acto de autodefensa, me intento convencer de que la vida sigue igual, que si no ha podido ser este año, el año que viene tendré más oportunidades, ya que tendré doble boleto en el sorteo, y me hago la eterna pregunta que te persigue cuando estás de bajón en toda carrera, ¿y para qué quieres correrla?.
Unos segundos de silencio y sin tener respuesta a mi pregunta, de repente me viene a la mente la primera vez que tuve constancia de esta carrera.
Era el 2014, acababa de empezar a correr trails y por casualidad me encontré por la red una retransmisión en directo de una carrera, en donde había muchos españoles y dos de ellos iban en segundo y tercer lugar. Cuando me enteré de que era una carrera de 170 km simplemente me quedé sin palabras. ¿Es posible correr esa distancia sin descansar ni dormir?
Mi interés por la retransmisión aumentó aún más cuando el comentarista explicaba que los dos españoles llevaban corriendo juntos desde el kilómetro 100, porque auque con muchos problemas fisicos, uno iba bien bajando y el otro subiendo, y así se ayudaban para poder llegar a meta y hacer pódium los dos juntos.
Aquello me dejó enganchado a la pantalla y desando ver a esos dos guerreros cruzar la meta juntos.
Desde ese momento, cada vez con más entusiasmo e interés miraba de reojo la prueba, los artículos, las fotografías y los videos de aquellos parajes espectaculares de dónde venían historias de sufrimiento y superación. El resto de la historia, ya la he ido contando desde hace 2 años en esta web.
Ahora me tocaba empezar de nuevo, retrasar 12 meses el plan y esperar de nuevo mi hora. Siempre se confirma que la vida es una ultra trail, y en este caso no iba a ser muy diferente.
En una ultra siempre hay momentos de bajón y momentos pletóricos llenos de efusividad, los sentimientos positivos se mezclan con negativos y generan una oleada de sentimientos en un corto espacio de tiempo.
Ahora estaba en uno de esos momentos de bajón, de pinchazo como llamamos en las carreras. ¿Pero va a acabar todo aquí? ¿De verdad que no puedo hacer nada para conseguir dorsal y cumplir mi reto UTMB 2017?
Aún no tengo una respuesta clara a mi pregunta de por qué hago ultras, pero si algo he aprendido en esto de correr, es que si se sabe aguantar los momentos malos, casi de forma mágica emergen energías de la nada que te hacen levantar vuelo que finalmente te llevan a la línea de meta. Son momentos en los que hay que pararse a evaluar la situación y tomar las decisiones correctas. Ahora es uno de esos momentos. Toca pensar, ver opciones y reformularse la pregunta que inició todo esto, ¿cómo sonará la marcha radetzky a los pies del Mont Blanc?
Esto no acaba aquí. Objetivo UTMB 2017 sigue adelante.
Mr M