Como ya indiqué en la primera parte de este post, a continuación detallo por tramos lo que fue la carrera desde dentro, con pocos artilugios literarios y buscando la efectividad en el mensaje.
Es un texto bastante extenso, así que siéntate, relájate y bienvenido a la Ultra Trail Sierra de Bandoleros 2016.
Descripción de la prueba
La Ultra Trail Sierra de Bandoleros (UTSB) consiste en recorrer 155 km desde Prado del Rey (Cádiz) hasta Ronda (Málaga) a través de la sierra de Grazalema con un límite de 40 horas, con salida Viernes a las 18:00 h.
Además de la distancia a recorrer, la prueba tiene como dificultad añadida el tipo de terreno por donde discurre: piedra caliza y rocas en la mayor parte del recorrido, con un desnivel acumulado total de casi 11.000 m.
Recorrido UTSB 2016 (línea amarilla ida a Ronda, Línea verde vuelta a Prado del Rey)
Días previos.
Con el trabajo físico realizado, los días previos los dedico a comer, hidratarme y descansar.
Mi ritual de preparar el rutómetro de la carrera cada vez me gusta más. Uso mi experiencia en las ultras anteriores para reconocer el terreno por medio de Google Earth, ver desniveles y determinar tiempos realistas en base a mis entrenamientos.
Este es el mensaje que le dejo a mi gente trailera para que sepan cómo enfoco la carrera:
Aquí está el rutómetro a batir. Esta vez lo he planteado así:
Primera parte (64k hasta ronda) sin conservar demasiado, que eso se paga luego en más horas de montaña.
Segunda parte hasta Villaluenga (115k) objetivo llegar antes de que se haga de noche.
Tercera parte meta: ritmos muy conservadores, que será dejarse arrastrar y punto.
A mi entrenador le mando el siguiente mensaje:
Ya está. El trabajo ya está hecho.
Esta vez no te paso el TRIMP porque las dos semanas en la india que no pude correr no reflejan mi estado real.
Me encuentro muy bien, mucho mejor que en Cazorla, más confiado y con la experiencia de saber lo que me espera.
El plan ha sido bueno, mis ritmos se han incrementado en montaña y veo que todavía podemos darle un empujón más.
Todo lo controlable lo tengo controlado. Ahora queda esperar a lo que venga y tomar las decisiones correctas. Gracias por tu ayuda. Eres gran culpable de que este aquí hoy con el físico en las mejores condiciones.
Este es mi plan. Ahora toca cumplirlo.
Rutómetro a seguir como referencia para hacer sub 31h
Llegada a Prado del rey.
Allí estamos mi primo y yo en medio de toda una masa de ultreros venidos de distintos puntos de Andalucía e incluso del mundo. Hacemos los rituales pertinentes: recogida de dorsal, photocall para los amigos, comer algo de pasta, preparar el saco de dormir en el suelo duro del pabellón y dormir una siesta ligera.
Recogida de dorsales y foto para el recuerdo
Polideportivo habilitado por la organización para los participantes
Sobre las 17:30 nos acercamos a la salida. Miro a mi alrededor y veo miradas nerviosas, otras alegres, incluso alguna con miedo de lo que se avecina. Yo estoy disfrutando del momento. No me da tiempo a pensar en lo que venga.
Nosotros a lo nuestro, fotos en el arco de salida para el recuerdo y a esperar la señal.
A lo lejos se escucha a chito speaker animar la salida, música, disparos de trabucos y olor a pólvora. Llegó la hora. Empezamos el camino a lo desconocido.
Nos situamos al final del pelotón, no había prisas.
Prado del rey (Salida) – El bosque (Km 12. Avituallamiento 1)
Salida tranquila por las calles del pueblo. Este tramo es pisteo y con poco desnivel, bueno para ir calentando y cogiendo ritmo de carrera. Empezamos a adelantar corredores y uno de ellos me es familiar: ¡el corredor errante!. Le saludo y me sorprendo que alguien con la experiencia que tiene en ultras vaya con ritmo más lento que yo. Bueno, sé que me adelantaría mas adelante y no quiero cambiar mi estrategia de apretar al principio.
Paso por las salinas romanas de Iptuci (Prado del rey)
Mi primo le cuesta seguirme el ritmo en este primer tramo pero le animo a que no me pierda de vista, que más adelante lo agradecerá. Llego al avituallamiento con 10′ sobre mi plan, sin síntomas de esfuerzo y con muchas ganas de seguir. Algo de agua, esperar a mi primo unos minutos y salir de nuevo.
El Bosque (Km 12) – Llanos del campo (Km 18,7. Avituallamiento 2)
Nada más salir del avituallamiento cojo los palos. Empezamos la primera subida importante a través de un cortafuegos y quería mantener el ritmo fuerte que llevaba hasta ahora. Mi primo ya se descuelga y le dejo atrás. Sabía que yo tenía mejor forma en esta ocasión pero pensé que me aguantaría algo más de distancia, solo esperaba que le fuera bien.
Subiendo el cortafuegos de El Bosque con las últimas luces del día.
Mientras subía, cae la noche y el frio. Me coloco el cortavientos y frontal para recibir la primera noche de la carrera. El trazado, sendero fácil de seguir, empieza a mostrar las primeras piedras que nos acompañarían casi toda la carrera. Como no llevaba el GPS activado (autonomía de 20h máximo) me basaba en los tiempos de tramo estimados para saber cuándo llegaría al siguiente avituallamiento. Sabía que iba a un ritmo superior al previsto, pero me encontré con un cartel de 1k para el avituallamiento que me hizo apretar aún más en ese tramo de bajada, llegando así a bajar mi tiempo estimado en otros 30′.
Un total de 40′ de ventaja sobre mis predicciones en tan solo 19 kilómetros y sin forzar demasiado. Me encontraba genial y con esas referencias muy animado.
En este avituallamiento había muchos familiares y público esperando a corredores. Yo paré lo justo, agua, fruta y a seguir que quedaba una de las partes más duras de toda la carrera: Puerto del Boyar y subida al Simancón.
Llanos del campo (Km 18,7) – Puerto del Boyar (Km 24,8. Avituallamiento 3)
Zona corrible de sendero, aunque zonas con mucho barro que hacían ir despacio para evitar mojar las zapatillas y evitar problemas con los pies. En esa zona me adelantan muchos corredores, no me siento seguro con mis Joma Trek que parecen patines cada vez que piso roca con algo de barro.
Mis Joma Trek con un Bandoleros en las suelas. Sabía que no se comportan bien en zona mojada, pero por problemas logísticos eran mi única opción para esta carrera (tuve que devolver un mes antes unas NB Leadville 1210 por fallos de fabricación y no me daba tiempo a hacer rodaje a otras zapatillas).
En uno de los descensos de piedras, mientras frenaba la inercia de mi cuerpo para bajar más despacio , noto un dolor intenso en el tobillo izquierdo que me hace ralentizar el ritmo. Me recordaba el dolor a una lesión que tuve por sobrecarga en el tensor del primer metatarso (dedo gordo), pero esta vez era más intenso el dolor, pero asumible. Como no tenía más opciones que seguir, continué mi marcha con un ritmo más lento en bajada, ya que me molestaba cada vez que apoyaba el pie.
Una ascensión dura final para alcanzar el puerto nos lleva a un avituallamiento con muchísima gente esperando a corredores. Justo antes del llegar al avituallamiento noto un apagón momentáneo del frontal que no le doy importancia, pero si la tendría mas adelante. El frio ya se hace notar a esta altitud y simplemente recargo lo justo para seguir y no pararme demasiado.
Puerto del boyar (Km 24,8)- Villaluenga (Km 37,30. Avituallamiento 4)
Aquí empieza el tramo más duro de toda la carrera. Una ascensión a 1500m de altitud por medio de un sendero serpenteante, subida al Simancón y camino a Villaluenga por su famosa bajada.
Mantengo un ritmo conservador, a sabiendas de que llevo ventaja sobre mis tiempos y de que en esta zona no debo desgastarme. Comienza la niebla a aparecer con una ligera lluvia y fuerte viento que nos acompaña en toda la subida.
Trazado de la subida al Puerto del Boyar y el Simancón, una de las zonas más duras de la prueba,
vista desde Grazalema.
La elección de la ropa fue un acierto, siguiendo la regla de la cebolla (o la de las tres capas) me permite ir cómodo pero abrigado. Los guantes se hacen indispensables en esta zona donde hay que salir lo antes posible debido a la mala climatología
A cada minuto que pasaba, me daba cuenta de que la luz del frontal con la que había empezado la prueba no es la misma, y que cada vez veo menos definidas las piedras o el barro del suelo.
De repente se me apaga el frontal. Me paro. Miro adelante y atrás y no se ve ninguna luz. De hecho no se ve nada. Oscuridad absoluta. Solo me acompaña el viento y los árboles. La noche cerrada y la niebla hacen que ni tan siquiera perciba reflejo de corredores a lo lejos. Creo que nunca había estado en una oscuridad tan perfecta.
Empiezo a tocar el frontal para encenderlo de nuevo y lo consigo. Vuelve la luz. Pero de repente a los pocos segundos se apaga de nuevo. Tenía pilas de repuesto pero sin nadie que me ilumine no podría colocarlas, y con el frio que estaba haciendo podría tener problemas si me paraba durante mucho tiempo.
De nuevo intento encenderla y la coloco en la mínima potencia. Ahora parece que se mantiene encendida, aunque la visibilidad que me da es muy pobre, que con la lluvia y la densa niebla me hacen avanzar realmente despacio, debía caminar ya que la tenue luz no me permitía correr con seguridad.
Una vez coronado el Puerto del Boyar y comenzado el descenso, vuelven las molestias del tobillo que parecían haberse dormido durante la subida.
Según escucho de un corredor ahora viene una de las ascensiones más duras, el Simancón. Nueva subida pedregosa y serpenteante que la hago acompañado de otros corredores, haciendo muy amena la espera hasta coronar.
Seguidamente unos llanos corribles que venían muy bien para desentumar el frio de los huesos y combatir la espesa niebla y la lluvia.
Cada vez mi frontal tenía menos iluminación y debía estar muy atento a donde pisaba. Básicamente si aceleraba el ritmo solo tenía dos opciones de pisada: blanco o negro. El blanco se correspondía a piedras limpias, normalmente estables pero el impacto continuado y la posibilidad de resbalón me hacía desistir esa opción. El negro suponía pisar en tierra mojada, hierba o barro.
En esta zona se acumulaban zonas con mucho barro que resultaba peligroso si no te anticipabas. Aprovechaba que otros corredores me adelantaban para seguirles el ritmo y poder avanzar más rápido aprovechando su luz pero las propias sombras del corredor me hacían ir más inseguro al pisar y debía separarme de ellos, lo que implicaba que se me fuera la luz.
Debido a esa escasa luz que tenía, sin darme cuenta (pensando que era tierra mojada) pisé una gran zona de barro que me hizo caer, golpearme la rodilla con una roca y gracias a que me pude agarrar a un cercado evité caer por completo a un charco de barro, lo que hubiera supuesto un gran problema con el frio que hacía, ya que me quedaba la zona más técnica de toda la carrera y me llevaría mucho tiempo llegar a Villaluenga y poder secarme.
El golpe de la rodilla me generó un dolor me acompaño ya toda la carrera, siempre estaba ahí la molestia, sutil e incómoda, que en ocasiones se unía con el dolor de tobillo que empañaban mi disfrute de la carrera.
Esperaba con ilusión la famosa bajada a Villaluenga y finalmente llegó. Dura, rocosa y temeraria. Así la podría describir. Creo que es la zona más técnica que me he encontrado en una carrera y como tal la tomo con mucha cautela. Con la poca iluminación que tenía, las molestias físicas y las zapatillas llenas de barro que me hacían deslizar sobre las rocas no querían que terminase aquí mi aventura.
Lento pero seguro iba comiendo metros hasta el avituallamiento mientras muchos corredores me sobrepasaban. Según mis cálculos, a pesar de los contratiempos estaba en los ritmos previstos y alcanzado el avituallamiento miro el tiempo y efectivamente, estaba clavando los ritmos. Una ligera lluvia me acompaña a la llegada de Villaluenga, donde poder secarme, entrar en calor, analizar las lesiones y solucionar el tema del frontal.
Villaluenga (Km 37,30) -Refugio de Líbar (Km 46,2. Avituallamiento 5)
Lo primero que hago al entrar es ponerme unas mallas largas que tenía en la mochila. Se esperaba una noche fría y según me dicen habrá mucho barro en el siguiente tramo, por lo que decido no cambiarme de calcetines a pesar de tenerlos completamente mojados y con barro.
Puse pilas nuevas al frontal y decidí llevarlo a baja potencia para ver si así me duraba más la luz, ya que me quedaban por delante todavía 5h de noche y eran mis únicas pilas. Durante el día siguiente ya tendría tiempo de comprar pilas en algún pueblo, ahora había que continuar. Incluso pensaba en llamar a Pablo, nuestro bicho rondeño que me esperaría en Ronda, por si me traía su frontal. Finalmente como parece que funcionó el cambio de pilas no quise llamarlo ni preocuparle.
Té caliente, dos platos de pasta, varios vasos de caldo de pollo y vuelta al camino. Me paré en este punto más de lo que estimaba (casi 30′ en total) pero realmente necesitaba entrar en calor y sobretodo secar los guantes en las estufas, que sin ellos la noche se haría aún más dura.
Según salgo del avituallamiento veo que está lloviendo fuerte. Lo primero que pienso es que mi estrategia de salir fuerte tiene aquí la primera recompensa, «a quien le pille esta lluvia bajando a Villaluenga lo va a pasar mal» me dije, acordándome de mi primo que estaría en esos momentos en pleno descenso rocoso.
El siguiente tramo discurre por una carretera descendente que permite llevar un ritmo bueno y entrar en calor bajo la lluvia, aquí ruedo con un corredor que conoce la zona me va indicando los siguientes tramos.
Lo siguiente es subida es el Puerto del Correo, llegar al refugio de Libar y bajar a Montejaque. Esta parte de la carrera discurre por la misma ruta que la nocturna de Montejaque, por lo que la conozco y se hace amena. Los llanos del Libar están completamente llenos de barro, algo habitual en esta zona, por lo que llegar al avituallamiento lo antes posible es una necesidad imperiosa.
Tramo de subida a Puerto del Correo, llanos de Libar y Montejaque (línea amarilla). La línea azul es el trazado de la Nocturna de Montejaque coincidente con Bandoleros en esta zona.
Refugio de Líbar (Km 46,2)-Montejaque (Km 55,9. Avituallamiento 6)
Según llego me encuentro un ambiente muy relajado, la tenue luz de la chimenea crea unas sombras muy agradables y el calor del fuego hace que mi frio cuerpo se sienta victorioso por llegar.
Consciente de que esto podría ser una gran trampa para la mente, decido parar rápido para comer, me espera el camino a Ronda y encontrarme con Pablo. Reviso mis tiempos, voy cumpliendo mis predicciones y me anima a seguir.
Según salgo del avituallamiento me doy cuenta de la trampa de la que he escapado. En pocos segundos el viento y la lluvia contrasta con el calor que había absorbido mi cuerpo junto a la chimenea. Decido correr para entrar en calor y con mucha cautela bajando por una zona empedrada llego a Montejaque (las pilas del frontal parecen de nuevo bajar de intensidad), recordando el camino de la última vez que estuve allí, durante la nocturna de junio (35k).
Correr sobre terreno conocido es un plus a esta altura de la carrera, y lo que venía también era en parte conocido, ya que era el camino inverso de los 101km de ronda.
Montejaque (Km 55,9)- Ronda (Km 64,5. Avituallamiento 7)
Salgo rápido dirección a la famosa bajada empedrada de la ermita a Montejaque de los 101km de Ronda, que en esta ocasión la haría en sentido inverso. Una vez coronada la ermita, al fondo se ve el reflejo de las luces de Ronda, primer punto de referencia importante de la carrera.
Había establecido Ronda como uno de los 3 hitos principales, ya que tendría mochila disponible para cambiarme y habría pasado la parte más dura de la carrera. El objetivo era llegar con fuerzas reservadas para encarar el largo día que me esperaba.
Las sensaciones eran buenas en estos momentos, las molestias del tobillo y rodilla estaban ya asumidas por la mente y simplemente los ignoraba, solo bajando me molestaba más de lo debido el tobillo pero no había otra opción que seguir adelante, solo esperaba que no fuera a más consciente de que tenía todavía muchas horas de carrera. En una larga rampa hacia Ronda, hay un tramo donde se cruzan los corredores que vienen ya de Ronda dirección Benaoján. Podrían llevar unas 2 h de adelanto sobre mis ritmos y solo pienso en cómo demonios habrán bajado Villaluenga tan rápido. Les animo a cada uno que me pasa porque es de admirar, estos corredores van a ritmos de acabar la prueba en una horquilla de 25-28h.
La larga subida que lleva a Ronda se me hace eterna, miro al horizonte y veo un conjunto de casas, con su tenue alumbrado público y tejados inclinado que me animan al ver que ya está cerca el avituallamiento. Bajo la cabeza y vuelvo a concentrarme en el ritmo de subida. Cuando llego a ese punto, miro a mi alrededor y no veo las casas. No hay calles. No hay alumbrado. Solo árboles y unas naves industriales al otro lado. Me quedo atónito, lo había visto claramente hace varios minutos y ahora ya no están.
Siempre he escuchado acerca de las alucinaciones que sufren corredores en las ultras debido a la fatiga física y mental, pero solo llevaba 11h de carrera y no me sentía cansado. No lo comprendía. Nunca había experimentado esa sensación de perplejidad y asombro por no tener argumento razonable al alcance para explicarlo. Cierto es que las casas las vi y cierto es que no estaban cuando llegué, así que lo tomé como una ilusión óptica. No le di más vueltas. A seguir subiendo, que Ronda cada vez estaba más cerca.
Ronda (Km 64,5) –Benaojan (Km 79,80. Avituallamiento 8)
Y aquí está, Ronda, primer objetivo cumplido y con 2’ de adelanto sobre mi tiempo estimado. Todo estaba saliendo hasta ahora según mis cálculos. Frio y más frio. Ese es el recuerdo que tengo de aquel desangelado polideportivo.
Lo primero que hago es buscar a Pablo con la mirada. No le veo y le comprendo, con la noche tan desagradable que hacía no habrá tenido fuerzas de levantarse o tendría algún problema. Me hacía mucha ilusión verle, es un motivador nato y aunque no lo necesitara en estos momentos, verle habría sido un subidón de energía para más tarde. Tras la carrera me dijo Pablo que se equivocó de hora y que llego más tarde al avituallamiento. Solo el hecho de pensar que fue para apoyarme me enorgullece tener amigos así a mi alrededor.
Me cambio rápidamente de ropa para tener ya por fin el cuerpo seco y esos segundos se me hacen eternos. Empiezo a tiritar y me preocupo. Hay que salir de aquí cuanto antes. Veía otros corredores abandonar, muchas caras desencajadas de cansancio y yo en ese momento solo tenía mucho frio. Comida express, mas caldo de pollo, té, bocadillo y rápidamente salir de aquella nevera.
Nada más salir empiezo a trotar, es la única forma que veo para entrar en calor. Corriendo por las calles de Ronda, el reflejo de las luces en el asfalto mojado me dan una visión diferente de esta hermosa ciudad. Ni un alma en las calles. Todo en silencio camino del Puente Nuevo y al pasar junto a la Alameda dirijo mi mirada a la derecha y la veo. Allí está, esa fotografía que he podido hacer realidad dos veces en mayo, entrando tras completar los 101 km y el arco de meta al fondo.
Me imagino entrar este año de nuevo con Belu, haciendo un buen tiempo y abrazándonos como lo hubiera hecho el mismísimo Blas de Lezo con sus hombres tras derrotar a las tropas inglesas de Edward Vernon en Cartagena de indias. Y también me imagino a todos los bichos que este año participarán, y les veo entrar y cumplir sus sueños.
Con estos pensamientos se me hace corto el paso por Ronda. Al bajar la famosa cuesta del cachondeo se ve un apagado tajo que me entristece. Quería verlo como siempre, radiante y omnipresente, pero tendré que esperar a mayo para verlo en toda su magnitud.
Durante el tramo conjunto con corredores que van todavía a Ronda me cruzo con mi primo. Por su gesto no le veo bien, me comenta que lo está pasando mal. Le llevo más de 2 h de ventaja y hablamos un poco de cómo nos ha ido. Le dejo marchar y ya no le veré de nuevo hasta la meta (el abandonó en Ronda por cansancio y sueño).
Con las primeras luces del sol encaro la pista que me lleva a Benaojan. En este tramo me doy cuenta que había calculado mal el ritmo: en el llano voy a ritmo adecuado, ya sin problemas de visibilidad, pero hay una subida que no la tuve en cuenta y la bajada hasta la estación de Benaojan me hace recordar mi problema del tobillo, lo que hace retrasarme en mis planes.
Benaojan (Km 79,80) -Jimena de la frontera (Km 88,8. Avituallamiento 9)
Este tramo es un sendero con ligeras subidas y bajadas a lo largo de un rio con las vías del tren en paralelo que es espectacular. Adelanto a algunos corredores lo que me hace pensar que voy a buen ritmo y cumpliendo al menos en este tramo los ritmos previstos.
Estaba deseando que el sol empezara a calentar pero no había manera. Al llegar al siguiente avituallamiento le pregunto a un voluntario que tiempo se espera. Nubes y sol me contesta, con una máxima de 9 grados. Parecía que habría un día con viento moderado, por lo que la sensación térmica no sería agradable.
Son las 9 y media de la mañana. Buena hora para desayunar, me digo. Repongo fuerzas y escucho que han pasado ya unos 70 corredores. Me sorprende escuchar mi posición. Salgo rápido dejando a varios corredores sentados tomándose su tiempo para descansar y encaro una zona de descenso fácil y sendero sencillo.
Jimena de la frontera (Km 88,8) – Cortes de la frontera (Km 101,85. Avituallamiento 10)
Empiezan a notarse los primeros rayos de sol y decido quitarme la térmica y usar manguitos para poder tener margen de maniobra sin quitarme la mochila en caso de que apretara el sol.
Tras este pequeño parón y haciendo números de lo que me queda me doy cuenta que estoy retrasado con mi plan (1h y 50’) y debo decir que es el único momento de la carrera en el cual la mente me engañó por varios minutos y me hizo dudar de conseguir el tiempo previsto. El cansancio de toda la noche corriendo y este calorcillo que se empezaba a notar me hacía difícil volver a trotar en terreno favorable y me empezaron a adelantar varios corredores, que salvo en la zona de Villaluenga la noche anterior, no me habían pasado en toda la carrera.
En un momento veo que un grupo de corredores me van a adelantar. Decido que si no quiero perder más tiempo necesitaba engancharme a alguien, llevaba muchas horas corriendo en solitario y veía que necesitaba ya tener una referencia de ritmos.
Así pues, según me adelantaban decidí no soltarlos y seguí su ritmo y apretar dientes ahora. Iban muy bien y sin andar en los repechos. Me costaba seguirlos pero sabía que si se me escapaban tendría pocas posibilidades de conseguir el siguiente hito: llegar a Grazalema de día para pasar la zona más técnica de la carrera con luz natural.
Pasaban los kilómetros y conseguí recuperarme anímicamente y poder seguirlos fácilmente. Con ellos estaría ya prácticamente casi todo lo que quedaba de carrera, y sin su ayuda pienso que me hubiera costado hacer el tiempo final estimado, al menos en esos momentos así lo pensaba. Aunque era también su primera participación, se conocían bien los tramos y eso me ayudaba mentalmente para ir soportando el paso de las horas.
Su plan era hacer sobre 28h, con lo cual si habían llegado al km 100 conmigo y ellos preveían ese tiempo significaba que iba mejorando mi estimación, y que si seguía a sus ritmos podría acercarme a las 30h, que era mi objetivo inicial.
Antes de llegar a Cortes de la frontera, nos esperaba la cuesta del reventón. Una subida intensa y larga que te desgasta mentalmente al ver que aquella pendiente no tiene fin. Pero como siempre, con paso continuo y constante, al final se terminan.
Cortes de la frontera (Km 101,85)- Villaluenga (Km 115,43. Avituallamiento 11)
En el avituallamiento de Cortes encontramos tortilla de patatas realizada por las mujeres del pueblo que fue mi perdición. Ese manjar fue devorado hasta saciarme, sabiendo que el próximo tramo era uno de los más complicados que nos quedaban por realizar.
Descansamos un rato y salimos buscando el Puerto de Líbar. De esta subida había escuchado que era muy dura por los kilómetros acumulados en las piernas en esos momentos y una noche entera sin dormir, así que la encaré con bastante respeto y siguiendo el ritmo implacable de mis compañeros de viaje. El buen ritmo al que subíamos nos llevó a la cima en muy poco tiempo, con unos parajes impresionantes de roca caliza perfilada por la naturaleza durante miles de años que permanecía allí perennes, inmóviles frente al frío viento que sacudía nuestros cuerpos mientras coronábamos ese puerto. Nos quedaba llegar a los llanos del Libar, llanos del republicano y subir Puerto de Correo de nuevo (ya lo subimos al salir de Villaluenga la noche anterior).
Esta zona es de belleza espectacular, una pradera verde en medio de un valle rocoso, que no podía contemplar ya que las múltiples piedras del sendero no te permiten despistarte ni un momento.
En el tramo final había una larga subida hasta el pueblo que en esta ocasión sí tomé la iniciativa de marcar el ritmo al grupo. Me sentía muy bien en estos momentos y a pesar de mis molestias de tobillo y rodilla, decidí ayudar ahora que parecía que bajaban un poco el ritmo.
Justo antes de llegar al avituallamiento nos encontramos con un miembro del Trail Running Málaga con el que me estuve cruzando varias veces en carrera. Hasta Villaluenga íbamos a similares ritmos la noche anterior pero ahora me lo encontré allí, esperando a corredores. Nos comentó que había tenido que dejar la carrera por una hipotermia en la bajada a Villaluenga, así como muchos otros corredores debido al frio y lluvia que les cayó en ese momento. Una vez más me alegraba de haber apretado al principio y haber podido pasar esa zona sin lluvia. Desde luego que mi estrategia por ahora estaba funcionando a la perfección y debía seguir confiando ciegamente en ella.
Llego al avituallamiento de Villaluenga por segunda vez, 12 horas después, casi 80 kilómetros en las piernas y una noche en vela en el cuerpo. Allí me espera la segunda mochila que dejé a la organización para poder cambiarme de ropa. Según decían se esperaba lluvia esa noche y recordando el frío que pasé la noche anterior, decidí equiparme de nuevo para soportar las inclemencias del tiempo. Prefería ir más abrigado y con menos libertad de movimientos a estar expuesto de nuevo al frío. Las energías aún estaban cargadas pero no sabía cómo iba a encontrarme cuando me cayera la segunda noche encima, nunca había estado tanto tiempo en una carrera y la precaución dominaba sobre la comodidad.
Hay mucha gente en este avituallamiento, muchos acompañantes y sobre todo corredores de la Bandolerita (carrera de 77 km con salida el sábado por la mañana, con los últimos 40 kilómetros coincidentes), que ahora se mezclan con nosotros el resto de carrera y se les ven con “sólo” 37 kilómetros en sus piernas bastante frescos comparados con nuestros ritmos.
Allí me encuentro como espectador a Dani García, bombero malagueño, buena gente y corredor top de trail. Le saludo y le doy las gracias por darme semanas antes consejos sobre cómo llevar los bastones plegables en carrera (le asalté en la carrera de cxm Calamorro para preguntarle cómo se ponía los bastones en la cintura y él gustosamente me dio todo tipo de detalles para poder hacerlo como él y facilitarme la prueba).
Seguimos con mi estrategia en cada avituallamiento: carga de hidratos con doble ración de pasta, caldito de pollo, bocadillos y mucho té caliente con un objetivo en mente, llegar a Grazalema con la luz del día y pasar por las zonas técnicas antes de que caiga la noche. Era una de las claves de la carrera que me recomendó Angel Ortiz (Marea Naranja). Sus consejos me ayudaron a visualizar la carrera y saber lo que me encontraría, y eso en una prueba como esta es clave para que salgan las cosas bien. Tenía claro que debía cumplir este último objetivo para conseguir los tiempos previstos, y decidí ir a por él.
Villaluenga (Km 115,43) –Grazalema (Km 128. Avituallamiento 12)
Quedaban por delante los últimos 12 kilómetros técnicos de la carrera, una parte de ellos ya los recorrimos anteriormente pero ahora había que hacerlos en sentido inverso (antes se bajaban dirección Villaluenga y ahora se subían dirección Grazalema).
Corredores de la corta nos pasaban a un ritmo vertiginoso por senderos de roca que para ellos parecían pistas de asfalto (eran los primeros de la carrera y se notaba el nivel que tenían). Impresionante la seguridad con la que saltaban de roca en roca para alcanzar a al corredor que tenían delante.
Este tramo ya me dijeron que se hacía largo, muy largo, por el cansancio acumulado, por el sol que iba descendiendo cada vez más rápido, por las ganas de salir de esta zona técnica llena de rocas y piedras sueltas, por cruzarme con corredores de la corta que van a un ritmo mucho más rápido y que de alguna manera te hacen ver lo lento que ruedas. Trotamos las partes que se podían, ritmo intenso en las subidas para evitar que se prolongara en exceso el tramo y tras un descenso de piedra suelta llegamos al objetivo.
Miro al cielo, sigue siendo de día. Miro mi rutómetro, veo que llego 7 minutos antes de mi previsión. Me siento de nuevo satisfecho, ya que había clavado mi estimación con 128 kilómetros con más de 24 horas de carrera, y eso es un día entero. Ya queda lo más fácil, me digo a mi mismo, debo seguir el plan, y me reafirmo en caso de que pueda bajar la guardia inconscientemente.
Llegando al avituallamiento de Grazalema todavía de día. Objetivo cumplido.
Grazalema (Km 128) – Benamahoma (Km 139,17. Avituallamiento 13)
Antes de salir del avituallamiento me coloco el frontal, ya que pronto empezaría a oscurecer. En este momento pienso que me quedarían al menos 6 horas para recorrer los casi 30 km hasta meta y no pienso en los problemas que tuve la noche anterior con la iluminación (un gran error por mi parte).
Empiezo a subir el Puerto del Boyar por una pista que no se me hace nada pesada. Recordaba la noche anterior pasar por allí con mucho frio y viento y ahora con los últimas luces del día, podía apreciar con claridad el refugio donde ayer nos preparábamos para afrontar la subida al Boyar y al Simancón, la parte más dura de la carrera a mi parecer.
Con la caída de la noche me doy cuenta que con las pilas casi gastadas, casi no podía ver y tuve que bajar el ritmo hasta ir andando en muchos tramos sin saber dónde pisaba, con el riesgo que ello conlleva.
Soy bastante previsor y había dejado un frontal de repuesto en la mochila de Villaluenga (km 115) pero al buscarlo en la mochila no lo encontré y pensé que finalmente no lo había llevado (realmente estaba metido dentro de unos calcetines para evitar golpes, pero no me acordé de que lo metí allí). Estos errores son los que realmente me harán crecer como corredor de montaña, ya se lo que no debo dejar nunca fuera de la mochila que lleve conmigo en carrera, que esos gramos de más no son importantes para lo necesario que son esos lúmenes en la oscura noche.
Me descolgué un poco del grupo centrándome en donde pisaba pero cada vez veía menos, así que tuve que correr casi a oscuras durante un buen tramo para no perder la referencia de mis compañeros de viaje e intentar ponerme a su altura y utilizar su luz para poder seguir.
Cuando los alcancé le pedí a uno de ellos que necesitaba usar su luz para llegar al avituallamiento e intentar buscar pilas de repuesto. Me dice que él tenía un frontal de repuesto y que me lo dejaba. Esto fue como ver la luz, en toda la extensión de su término, ya que gracias a él pude continuar mi marcha con visión completa del terreno y sin depender del ritmo de otros corredores.
El último tramo hasta llegar a Benamahoma discurre por un arroyo de piedra suelta que se hace muy largo, deseando llegar al punto de avituallamiento y encarar los dos últimos tramos, uno de 5 km y otro de 12 km para alcanzar por fin la ansiada meta.
Benamahoma (Km 139,17) – El Bosque (Km 144. Avituallamiento 14)
En el avituallamiento de Benamahoma estuve más tiempo del que preveía. El cansancio ya se notaba en el cuerpo pero yo quería salir lo antes posible, pero el culpable no fue otro que la tortilla de patatas casera que nos ofrecieron allí. Tanto yo como mi compañero de viaje nos sentamos en una silla, yo cogí la bandeja de tortilla y él cogió la bandeja de piquitos, y a comer. Recargamos energías durante un buen ratos allí, estáticos y en silencio, engullendo aquel manjar como si no hubiera un mañana. Y sentó realmente bien.
Nada más salir me veía con fuerzas renovadas y decido buscar un ritmo de trote alegre. Mis compañeros me dicen que no pueden correr y que me vaya, que ya nos veríamos en meta. A uno de ellos le presto mis bastones para que pudiera andar más rápido y seguidamente me despido de ellos.
El tramo que me esperaba ahora eran 5 km de sendero junto a un rio, con un sube y baja que tanto nos gusta a los corredores para sentir los cambios de ritmo y decido intentar hacerlo en al menos 30’. Llevaba unos 38’ de adelanto sobre mi tiempo previsto en estos momentos y eso me acercaba al sub 30h, así que me lanzo para intentar conseguirlo.
Al rato de estar en el tramo, el frontal que me habían prestado (era de batería) se me apaga. Otra vez me encuentro en la más absoluta oscuridad. Miro hacia atrás y no veo a nadie. Empiezo a tocar el frontal buscando el botón de encendido y lo consigo, pero al momento se apaga de nuevo. En estos momentos solo se me ocurre usar la luz del móvil para poder recorrer estos 5 km y una vez más buscar una solución a mi problema de iluminación. En ese momento me pasa un corredor de la corta y me pongo a su ritmo y le aguanté el tiempo que pude. Cuando ya veía que se me escapaba le comenté que si podía bajar un poco el ritmo para que me llevara con su luz hasta que entremos en zona urbana y me comentó que él tenía unas pilas de repuesto. Una vez más la generosidad del pelotón de las carreras de montaña me ayudó y pude usar de nuevo mi frontal, y ahora con energías suficiente como para acabar la carrera.
Llego al último avituallamiento, el número 14. Miro el tiempo: 28h 01’. Me quedarían 12 km hasta meta y la posibilidad de bajar de 30 horas estaba al alcance. Ahora tenía el frontal con luz suficiente, había anulado mentalmente las molestias del tobillo y rodilla y la motivación de ir 41’ por debajo de mis previsiones me animó a casi ni parar allí. Algo de agua, un caldito y a buscar la meta.
El Bosque (Km 144) – Prado del Rey (Km 155,5. Meta)
Salgo del pueblo con buen ritmo. El pensar que estaba a punto de acabar, de haber recorrido ya más de 143 km y de que a pesar del frío pasado, los problemas del tobillo, de la caída del día anterior y de mi falta de previsión de iluminación, me hacía sentirme feliz. Había disfrutado todo el tiempo, más de lo que hubiera imaginado y además tenía delante de mí un sub 30 a punto de conseguir.
Miro el perfil y veo tres cuestas, una muy larga, otra más pequeña y una última justo antes de entrar a Prado del Rey. Esa última subida me habían dicho que es un muro, una pared casi vertical que se hace muy dura, pero para llegar allí debería pasar por esta primera rampa. Me concentro y en una larga cuesta de pista que no se ve el final, me propongo hacerla a un ritmo constante y fuerte. Ahora echo de menos los bastones que presté anteriormente y aunque apenas los usé en la carrera (sólo unos 12 kilómetros la primera noche) pienso que mi compañero los necesitaría más que yo en este momento y no me importa no poder usarlos. Gran parte de la subida la hago junto a un corredor de la corta.
Se me hace eterna esa cuesta, mantengo el ritmo constante desde el inicio pero no llevar GPS me despista y no puedo saber si voy a ritmo suficiente para poder llegar antes de las 12 de la noche (sub 30h).
Por fin corono esa rampa y empieza una bajada intensa por pisteo, lo más difícil ya estaba hecho. Nada más empezar a bajar la molestia del tobillo se convierte en un dolor intenso que me hace parar. Esto ya es serio. Me paro en seco e intento darme un masaje en el tensor para ver si puedo al menos andar rápido pero no, me cuesta mucho incluso andar. Me paro y miro hacia delante. Ahora es cuando la cabeza fría es la que debe imperar y sigo mi planteamiento habitual en estos casos (y en casi todo en la vida en situaciones similares).
1.- Desahogarme. Grito con todas mis fuerzas. Me enfado conmigo mismo, suelto mucha rabia, pataleo, vuelvo a gritar desesperado. Debe salir esa impotencia de no poder seguir unas pocas horas más como hasta ahora. Vuelvo a gritar para soltar toda la rabia. Tantas horas de concentración evitando las molestias del tobillo y aparecen a pocos kilómetros de meta. Un último grito me deja más tranquilo, sosegado y continuo andando mientras empiezo a pensar el porqué.
2.- Culpabilidad y causas. Debo aceptar que esto que me sucede es por algo que he realizado mal en la preparación. En ese momento no lo sabía, pero la falta de ejercicios de propiocepción fueron posiblemente una de las causas por las que el astrágalo se me desplazara a causa de ir frenando en exceso debido a la falta de luz, y ese desplazamiento me causó un cambio de dirección en el tensor del pié y con ello, una mal funcionamiento provocando una sobrecarga continua en esa zona.
3.- Acciones a tomar. Empecé a caminar buscando una posición del apoyo del pie que me permitiera andar con cierta comodidad, aunque a pesar de ello, durante muchos minutos casi me tenía que parar por el fuerte dolor que sentía en el pie.
4.- Seguimiento. Cada vez la rampa de descenso iba suavizándose, así como el dolor del pie, que conseguí encontrar la mejor pisada de forma que el dolor pasó a molestia, similar a la que había tenido desde el inicio de la carrera. Pensé que aquella ascensión tan prolongada me podría haber enfriado el tensor y por ello haber sufrido ese dolor tan intenso de repente. Pocos ascensos quedaban así que pensé que lo peor ya habría pasado, así que a seguir buscando el ritmo de marcha más continuo posible.
Me adelantan varios corredores que por sus ritmos supongo que son de la corta. Esta bajada se me hace incluso más larga que la anterior subida. El no poder ni tan siquiera trotar me desanima. Tenía muy cerca hacer un gran tiempo y ahora empezaba a hacer cábalas metales para saber el tiempo final que haría.
Al estar andando, puedo relajarme en mirar donde piso y miro al cielo. Un cielo estrellado me acompaña. Apago el frontal (esta vez lo hice a propósito) y camino mirando el cielo. Pocas veces se está completamente solo en medio de la nada con la posibilidad de ver un cielo como aquel, la luna dejaba ver algo de claridad detrás de las nubes y podía contemplar perfectamente las pocas constelaciones que reconozco. Por unos minutos me evado y me siento pequeño ante la inmensidad del universo. Me paro unos segundos para disfrutar del momento y encontrarme conmigo mismo con pensamientos profundos y muy personales. Unos instantes después prosigo.
Ahora buscaba en el horizonte el reflejo de las luces de Prado del Rey. No lo veía, pero no debería estar muy lejos por lo que había avanzado desde mi última referencia (estimaba un total de 8 kilómetros entre salida de El bosque, rampa ascendente y rampa descendente). A lo lejos escucho una carretera, eso me anima a avanzar con algo más de ritmo, pero aún todavía caminando.
Una vez alcanzada la carretera me alcanza un corredor de la corta. Una vez más me engancho para poder coger un ritmo. Le consigo aguantar hasta una pequeña rampa que llevaba a las primeras casas de Prado del Rey. Me comenta el corredor que deberían quedar unos 2 kilómetros y escuchar aquello me enciende por dentro. Los sub 30 sabía que estaban ya perdidos pero después de tantas horas, no podía dejar ya nada reservado y decidí dar lo que tuviera, aunque fuera poco, y empecé a trotar a un ritmo lento pero continuo, incluso adelanté a varios corredores que me parecieron de la corta que iban caminando.
Ahora sólo me quedaba superar ese muro que me comentaron para acceder al pueblo. Una larga cuesta con una pendiente infernal era lo que me separaba para alcanzar la meta. Me acordaba aquí de la cuesta del cachondeo de los 101 km de Ronda, y esta sin duda me parecía mucho más dura. Me tuve que parar incluso dos veces durante el ascenso de lo empinada que estaba, y por fin llegué al final del muro.
Con la mirada baja del esfuerzo realizado y con la respiración todavía intensa, consigo llegar a una zona más llana y alzo la mirada. Veo dos luces a lo lejos que parecen que se acercan a mí. Cuando están a mi altura me doy cuenta que es mi primo, verle allí significaba que habría abandonado. Me saluda, me da ánimos y veo que a su lado estaba mi amigo Raúl. ¿Pero qué hacía él allí ? No pude reaccionar, no sé si por el cansancio o por las ganas que tenia de llegar a meta para por fin relajarme y desconectar de la tensión de la carrera, pero hasta pasadas varias horas no pude apreciar lo que significó verle allí, su gesto de ir a recibirme en meta representaba plenamente la esencia de los bichos runners y su filosofía del deporte que intentamos difundir.
Todavía sin apenas aire del esfuerzo de la cuesta empezamos a hablar de la carrera, les conté en pocas palabras lo acontecido en las 30 horas anteriores y a la pregunta de Raúl de cómo se podían hacer 155 kms sin parar le contesté: “Esto es solo planificación, solo eso”. Y realmente ese podría ser el resumen de toda la carrera. Una planificación organizada y efectiva es la causa de que pocos minutos después pudiera encarar la recta final que me llevaba hasta la meta. Allí me esperaba Chito Speaker (¡por fin llegaba en una ultra a meta con él todavía recibiendo corredores!), y tras un unos metros de carrera logro cruzar la meta en 30h 7’ 14’’ y convertirme en Bandolero.
Fotografía de Finisher de Bandoleros. Total satisfacción por la carrera realizada.
Si en la mañana del viernes no sabía la razón por la cual esta carrera enamora a todo aquel que se acerca a ella, ahora que escribo estas líneas tampoco sabría dar una respuesta. La experiencia vivida en ese fin de semana fue maravillosa, única e indescriptible. Es un todo la razón por la que Bandoleros sea Bandoleros: su historia, la sierra, su gente, el ambiente, el sacrificio, la superación, la unión de deporte con la épica, los corredores, los organizadores, … un todo indivisible, un generador de experiencias que difícilmente pueden describirse solo con palabras.
Tras terminar la carrera, comentaba que es una carrera dura, muy dura, que hay que estar muy preparado para enfrentarse a ella, y que al menos una vez en la vida todo aquel que haga ultra trail debería participar.
Por mi parte, estoy muy satisfecho con el resultado, y sin duda el año próximo haré lo posible por estar de nuevo en Prado del Rey, porque esta gran experiencia que el Club Tritón consigue generar no me la quiero perder en el 2017.
Algo más que una simple carrera. Algo debe tener.
Mr M