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La Carrera Más dura que jamás he realizado

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La Carrera Más dura que jamás he realizado

Como cuando consigues dorsal a última hora para una carrera que no has preparado, por que no tenías en mente hacerla, sin haber entrenado nada y sin conocer nada del recorrido. Así llegue al hospital aquella tarde-noche.

Asistí a la explicación detallada de la explicación que me estaba dando el internista de guardia queriendo aprenderme de memoria cada palabra que me estaba diciendo, al igual que los compañeros que hacen carreras por montaña atienden en la charla técnica previa a cada prueba que asisten. Las noticias no eran nada buenas y las condiciones distaban mucho de lo que debían de ser las más idóneas.

Aún así, no quedaba otra opción que la de ponerse el dorsal y dirigirnos al cajón de salida. El planteamiento era fácil, ya lo había seguido otras veces (y no había salido mal, así que para que cambiarlo), solo tenia que hacer de liebre y llevar el ritmo mantenido hasta lograr el objetivo, partiendo el recorrido en tramos.

Al igual que la noche antes de competir en cualquier carrera, sigo el ritual de costumbre preparando el “altar del corredor”, con la principal diferencia que esta vez no tenia nada que ver con los materiales y complementos que usaba normalmente para las pruebas.

Como he comentado anteriormente, las previsiones recibidas por el doctor no eran  muy alentadoras, la situación esta muy delicada, muy complicada y tenemos que hacernos el cuerpo a que puede pasar cualquier cosa, pero no nos íbamos a dejar amedrentar y retirarnos de la prueba sin intentar pelearla primero.

Con estas inclemencias debíamos de luchar por acabar este reto que se nos presentaba.

Para este tipo de pruebas nadie está lo bastante entrenado, preparado ni mentalizado. Tocaba pelear como nunca por un terreno por donde nunca había competido.

Ahora solo faltaba seguir el plan trazado y decidí elegir el que me pareció mas fácil, y el que siempre y mejor me resultado me ha dado en las demás carreras que he participado anteriormente. Lo único que debería cambiar el sistema de medición y dejar de ir del kilómetro a kilómetro y pasar al ir restando hora a hora.

Llegó el momento. No quedaba otra, como en ocasiones anteriores nos metimos en el cajón de salida esperando el pistoletazo de salida de nuestro mayor reto. Coloqué el sillón de la habitación pegado a la cama donde estaba tumbado mi padre, le agarre de la mano e iniciamos la lucha, juntos. Cogidos de la mano nos sumergimos en nuestra solitaria carrera, curiosamente con la persona que no me había visto correr nunca, iba a hacerle de liebre en la prueba más dura e importante que nadie podría imaginar disputar.

Durante todo el camino pasamos por todo tipo de sensaciones y estados. Superamos el temido y legendario “muro” de la Maratón, coronamos la interminable y durísima subida a la Ermita de los  101. Aquí no había tiempo para coger aire en los avituallamientos, había que seguir y acabar la prueba a toda costa, peleando a cada paso, en cada inspiración, en cada segundo. No dejándonos vencer por el cansancio, la fatiga, ni el dolor. Había que pelear cada minuto con el único objetivo de acercarnos más al amanecer y poder superar esa noche. La más larga, dura, lenta e interminable que jamás he pasado (la cuesta que subí junto a mi “hermano cientunero”, desde la parte de abajo del Tajo de Ronda hasta llegar a la ansiada Alameda, fue un paseo en comparación con esta noche).

Hasta que por fin, los primeros rayos del sol comenzaron a despuntar por la ventana. El objetivo casi estaba cumplido. El principal propósito, que no era otro que superar la noche, lo teníamos casi superado. Solo faltaba el último arreón. Con lagrimas en los ojos, llorando en silencio y apretando la mano de mi padre nos encaramos hacia los últimos minutos de una noche dura, durísima (que se resistía a marcharse) como ninguna anteriormente había sido, que daba sus últimos coletazos dando paso, por fin, a la tan ansiada y deseada mañana.

Pasamos el corte, cruzamos la meta, se consiguió el reto, se cumplió el objetivo. Otro arco mas cruzado y superamos otro enorme bache. Aún no hemos acabado esta ULTRA en la que el destino nos ha inscrito sin preguntarnos, pero este tramo “vital” ya lo hemos coronado. Seguimos acumulando desnivel positivo con FUERZA y HONOR.

Una semana después, de esta gesta contada, el final no fue el mismo.

P.D.: Seco, ganaste la guerra a esta cobarde y traicionera enfermedad, lástima que ella te venciera en la ultima batalla. Como no podía ser de otra forma: por la espalda, oculta en las sombras y sin dar la cara.

Como tu solías decir: “Antes morir que perder la vida”. Así fue, así es y así será.

Mr Boar