(Continuación de UTMB17. Capítulo 1-Previos y salida)
Dejamos atrás los momentos iniciales de la prueba, la intensidad de los momentos vividos por la emoción de la salida y el desconcierto de los primeros kilómetros. Saliendo de Les contamines (km 31), me siento totalmente dentro de la carrera, atento en las sensaciones que el cuerpo me va marcando y muy concentrado en cada tramo y en todo lo que me rodea.
La noche se ha apoderado de todo lo que se ve y hay que tirar de imaginación para saber cómo será el paisaje que nos rodea. La noche cerrada, fría y húmeda, junto con la predicción de meteo que había antes de iniciar la carrera, anticipa una noche complicada.
Por un tramo largo de asfalto entre casas me voy adentrando por un valle que cada vez parece que se estrecha más junto con una pendiente continua ascendente pero llevadera, la cuál me llevaría hacia la primera de las cumbres más altas.
Primera subida de alta montaña de la prueba: Croix du Bonhomme (km 42 +2439 m)
El frío se intensifica y las primeras lluvias empiezan a caer. La experiencia lo es todo en este deporte, así que voy bien preparado para todo lo que me enfrente: frio, nieve, viento o calor; esta vez no me pasaría como el pasado mes de Marzo en la Ultra de Bandoleros, donde la falta de material térmico me hizo abandonar (aquí la historia completa http://bichosrunners.com/el-cielo-sobre-nuestras-cabezas/).
Con todo el material perfectamente ajustado en peso y volumen, mi principal preocupación sería el rendimiento muscular y cómo actuaría mi cuerpo con las 5 ascensiones a 2.500 m de altitud de la carrera de la primera noche
Había leído que la parte más bonita y montañosa de la carrera es precisamente la parte franco-italiana de la primera noche por donde estaba a punto de iniciar el ascenso, y que esta empezaba justo tras la fogata que encienden a pie de carrera en Notre dam de la Gorge (km 34.6), y justamente al recordarlo miro al frente y entre sonidos de cencerros y una multitud de personas animando y vitoreando a cada corredor, allí está, el fuego que marca el inicio de la primera zona de alta montaña. Parece un símbolo de despedida y fortuna para todos aquellos que se atreven a adentrarse en la boca de la madre naturaleza en plena noche, como aquellos antiguos guerreros que partían hacia una batalla épica que marcaría la historia, nuestra historia en este caso.
Fuego que marca el inicio de la zona montañosa de la carrera.
Nada más pasar el fuego, el terreno cambia completamente, dejando atrás el relajado asfalto, sin necesidad de estar concentrado en la pisada, y entrando en un camino de piedras lajas que con la intensidad de la lluvia en ese momento, obligaba ir con cuidado para evitar resbalones innecesarios.
Saco mis bastones, mis amados Ferrinos para poner modo ascenso continuo y afrontar los próximos 10 kilómetros de subida continua hasta el refugio de la Croix du Bonhomme (44.2k a 2.439 m).
El terreno se va poniendo cada vez más montañoso, todavía por senderos anchos y limpios. La lluvia cae constante pero no es demasiado molesta, hay viento frío pero voy bien equipado, por lo que me mantengo constante en mi estrategia: dejar pasar al que vaya con mejor ritmo, no es mi guerra la posición en carrera.
Desde el primer puerto (Le Delevret, km 14) me han pasado ya más de 250 corredores, y me sitúa ahora sobre el 550 de la general, algo que entraba en mis planes, aunque al llegar al refugio de La Balme (km 38), a mitad de ascenso, veo que llevo 25`de retraso con respecto a mi plan, algo que me desconcierta. Analizo la situación y no le doy importancia, queda mucho y probablemente pueda recortar ese tiempo más adelante haciendo avituallamientos más rápidos.
Entro al refugio, se agradece romper la rutina y entrar en calor unos minutos. Me tomo el correspondiente caldito caliente recuperador, me siento en un banco para comer relajado, y los síntomas de la alta montaña empiezan a meterse dentro de mi cuerpo: frío y altitud iban apoderándose de mi cuerpo con el avance de los minutos. Muy precavido por todo, salgo del refugio lo antes posible para iniciar el ascenso final lo más rápido posible.
El tramo hasta coronar Croix du Bonhomme (km 44 a 2.439 m) se me hace muy corto. Terreno rocoso y todos los corredores en fila de a uno, ya que avanzar rápido era difícil por la complejidad del tramo.
Al transitar de noche por esos senderos a esa altitud, la sensación de vacío a tus pies es indescriptible. No ves nada, el frontal no llega a poco más de unos metros y la montaña sigue bajando según miras hacia abajo.
Una vez coronado el primer 2.500, una bajada técnica de 5 kilómetros nos lleva hacia Les Chapieux (km 49) punto de referencia para evaluar el primer tercio de carrera.
Bajada a Les Chapiex desde el primer 2.500 de la carrera.
Según voy dejando la altitud vuelven las buenas sensaciones (y el oxígeno a mi sangre) llegando al avituallamiento con buen ritmo y sin ninguna molestia muscular. Las 8h de carrera que llevo se me han pasado muy rápido, todo está en orden y me veo muy animado por continuar.
Control de material obligatorio (se hace aleatorio tres elementos del kit basico) y directo hacia el avitualla para comer y reponer. Justo antes de entrar veo un puesto de Petzl con muchas baterías en una mesa. A mi paso me preguntan si quiero cambiar la batería. ¿Cómo? ¿Qué me das una batería cargada y te quedas la mía ya usada de varias horas esta noche? ¡Pues claro! Cosas de la UTMB, Servicio al corredor de 10.
Miro el tiempo. “13 minutos de retraso sobre mi estimación. He recortado 12 minutos sin forzar.” – me digo a mí mismo para darme ánimos. Todo marcha bien, esperamos que siga todo igual.
Cuando vas bien no quieres parar, para no dejar pasar “mi zona” y aprovechar el máximo esos momentos de energía y avanzar lo máximo posible, así que salgo rápido de Les Chapex rumbo al siguiente puerto, Col de la Seigne (km 59 a 2.502 m).
Una pista ancha y ascendente es lo que me espera de inicio. Una vez más, mis Ferrino me acompañan en un ritmo bueno y comienzo el ascenso a un gran ritmo, sin forzar, aprovechando “mi zona”, ese estado en el cuál te sientes poderoso, con todas las fuerzas disponibles en un estado anímico de confianza estratosférico.
Al ritmo que iba, empiezo a adelantar corredores, signo de que mi ritmo era un ritmo ganador a esa altura de la prueba.
Bajada a Les Chapex y subida a Col la Seigne
Sin forzar y solamente dejándome llevar, un sendero ancho en forma de Zig-Zag nos lleva hasta la cima, muchos frontales por delante y por detrás, la clásica serpiente de luces se forma en este punto y yo a un ritmo que me permite adelantar a muchos corredores (inevitable para cualquier cientonuero recordar al ver una linea de frontales la hermosa serpiente de luces que se produce en la subida a la Ermita).
Según se va ascendiendo, la lluvia cambia por agua nieve, y al poco cambia a nieve. El viento ya no es fuerte, sino que con todo nevado pasa a ser ventisca. Pero yo sigo adelantando corredores, estoy en “mi zona”, estoy disfrutando de mi UTMB como nunca y no quiero que se acabe. Tras coronar el puerto todo está nevado, la temperatura de -9 ºC y la fuerte ventisca hace que salir de allí sea prioridad máxima, y un descenso sinuoso por un sendero abierto fácil de correr me lleva hasta Lac Combal (km 65 a 1.970 m).
Llego con total plenitud al avituallamiento, muy motivado de mi subida y bajada al Col de la Seigne, recuperando oxígeno al bajar de 2.000 m y concentrado en el siguiente tramo. Un total de 105 corredores había adelantado en la subida y bajada en esos 15 kilómetros hasta llegar a Lac Combal (km 66 a +1.970)
Miro el rutómetro y veo que llevo 2 horas de adelanto sobre mi plan. Lo miro de nuevo, no podía ser posible. Una parte era posible debido a que uno de los tramos de mayor dificultad de la carrera, la subida a Col de Pyramides Calcareas (km 62 a 2.563 m) la habían quitado por las malas condiciones meteorológicas y no tenía actualizado el rutómetro. Eso suponían unos 40-60 minutos ahorrados, aun así había ido a un ritmo mayor del previsto, algo que no me gustaba, pero había salido así. Solo me quedaba la duda de saber si el no haber reservado esas energías en vez de dejarme llevar no me daría problemas más adelante. En ese momento simplemente disfrutaba del momento. Era mi carrera y la estaba clavando. “Entreno durante meses para estar aquí y ahora en estas condiciones”- frase que me repito habitualmente en Ultras cuando me encuentro en mi zona como medio de motivación personal.
El siguiente tramo es llano, zona de lagos que hace que la humedad sea muy alta y con un cielo ahora despejado y estrellado permite la carrera continúa. Con la moral alta avanzo a ritmo controlado buscando el próximo puerto que me llevaría a un descenso continuo hasta Courmayeur, mitad de carrera y punto clave mental para todos los corredores.
Al fondo Arete du mont-Favre, el quinto 2.500 de la noche
Durante la subida a Arete du mont-Favre, intensa pero no densa, el frontal con esa batería cambiada hace casi 4 horas por gentileza de Petzl empieza a apagarse. “Muy bien estos franceses, me han dado una batería sin cargar” es lo primero que pienso. Con la lección aprendida de mi primer Bandoleros y mi relación con los frontales (http://bichosrunners.com/utsb-155-km-capitulo-2) en esta ocasión llevaba encima 3 con sus baterias de recambio, así que no me preocupo en exceso y a seguir rumbo a Courmayer (por educación no compartiré los adjetivos descriptivos descalificativos de talante destructor que se me pasaron por la cabeza los momentos posteriores al apagón…).
Decido seguir con la poca luz que me daba el frontal, ya que empiezan a verse los primeros claros del cielo anunciando una mañana soleada poco antes de llegar a Arete du mont-Favre (km 70 a +2435m). Llego arriba con sensaciones buenas, poco desgaste en este tramo. Poco tiempo para ver el espectáculo del valle desde la cima que nos lleva a Courmayeur, ya que lo que más deseaba era llegar lo antes posible a mitad de carrera y hacer un reset completo: cambio de ropa, comer y pensar en la segunda mitad.
Bajada técnica y sendero estrecho (a esa altitud es lo que siempre hay hasta bajar de cota) donde poco a poco según se baja de altitud una zona de árboles de fácil correr nos lleva hasta Col Checroit (km 75 a +1919m) donde unas maravillosas vistas del valle nos deja intuir a poco más de 3 kilómetros Courmayeur. Ya casi lo tengo en la mano
Dejando Col de Checrouit rumbo a Courmayeur
Una bajada muy técnica me esperaba hasta llegar. Muchas raíces sueltas, una pendiente de infarto que no era nada cómoda con 10.000 m de acumulado en las piernas en 78 kilómetros. Llegar sin problemas era el único objetivo así que me lo tomo con calma mientras me pasan como balas algunos corredores.
Ya en asfalto camino al centro deportivo donde podré recoger la bolsa de vida y hacer el deseado reset, miro el reloj y veo que llevo 13 horas de carrera.
Sólo de pensar que Killian había pasado por aquí 5 horas antes ya me da una idea del ritmo que he llevado hasta ahora, pero mis sensaciones es que no había apretado en ningún momento, simplemente me dejaba llevar cuando el terreno lo permitía y controlaba el ritmo cuando las pendientes no lo permitían. Rápido reconocimiento físico antes de entrar al avituallamiento y sólo una ligera molestia en el cuádriceps derecho, un auto masaje con crema y no creo que me de muchos más problemas.
Primera parte conseguida. Moral alta y a disfrutar del día que me esperaba rodeando al Montblanc por tierras Italianas y suizas. Todo estaba bajo control.
Entrando al avituallamiento de Courmayeur buscando a mi familia con la sensación de haber hecho una gran primera parte.
Continuará…
Mr M