1 de Enero de 2015. 13:00 h.
Me dispongo a disfrutar de uno de esos momentos en los que parece que el mundo se ha parado, en los que el tiempo avanza más lento de lo habitual, la luz es brillante y el aire tiene un olor transparente, distinto al de cualquier otro día.
En ese ambiente de tranquilidad, donde los excesos de la noche anterior ya se han olvidado, me enfrento cada año al momento de mirar hacia atrás, analizar lo sucedido en los 12 meses anteriores y enfocar el nuevo año con ilusión y ganas de hacer cosas.
Normalmente suelo reflexionar sobre los propósitos que no se han conseguido y seguidamente los vuelvo a plantear de nuevo o adaptaciones de los mismos para el año que empieza, con la esperanza y deseo de que se vean cumplidos esta vez.
Siempre procuro que se momento tenga una banda sonora: el concierto de año nuevo de la Filarmónica de Viena, tradicional concierto que emite RTVE cada año y que despereza mis aletargados sentidos esa mañana.
Mientras escucho de fondo los cautivadores valses de Strauss padre y Strauss hijo, pienso que este año será diferente. En ese momento saco a la superficie una idea que he estado rumiando en mi interior estos últimos meses. Un reto deportivo que va más allá de un simple objetivo, un paso de zancada larga en mi trayectoria como runner popular y como persona, una apuesta íntima que involucra diversas formas de superación y que en su conjunto hacen de este momento un viaje a lo desconocido.
¿Cuál es mi reto? Sobre el papel puede parecer sencillo: estar en Agosto del 2017 a las 17:30 h en la pequeña plaza de Chamonix, un pequeño pueblo francés de 9.000 habitantes, esperando escuchar el pistoletazo de salida para participar en la carrera de trail por excelencia en Europa:
la Ultra Trail del Mont Blanc
Para que pueda ser realidad el sueño de vivir la experiencia única de rodear la montaña más alta de los Alpes, el majestuoso Mont Blanc, pasando por Francia, Italia y Suiza a lo largo de un recorrido de 170 kms y 10.000 m de desnivel positivo en menos de dos días, deben de suceder muchas cosas en el tiempo.
De ellas hablaré más adelante, ahora me quedo con el momento en el que el Director de la orquesta de este año, Zubin Mehta, se dirige a la Filarmónica de Viena para arrancar lo que será mi año cero en cuanto termine de sonar el clásico fin de fiesta del concierto, la Marcha Radetzky.
Terminó el concierto. Empieza la aventura.
Para evitar la intención de una retirada vespertina, lo primero que hago es hacerlo público de la forma que se suele hacer en estos tiempos que corren, en Facebook.
Ya no hay marcha atrás.
¿Cuál debería ser el camino a seguir para conseguir el objetivo? No lo tengo claro, y eso es una de las cosas más fascinantes de esta aventura.
Tengo por delante más de dos años y medio para aprender sobre montaña, sobre cómo se debe entrenar una carrera de estas características, de ser eficientes con el tiempo disponible, de conocerme mejor, de sobreponerme a los imprevistos, de minimizar lesiones, de recuperarme de ellas… y de muchas cosas más que ni se me pueden pasar ahora por la cabeza.
Es un viaje a lo inesperado, muy largo, con etapas intermedias necesarias para llegar al final, de las cuales iré comentando más adelante. Esto solo es el principio, hay mucho tiempo y camino que recorrer…
Mr M