Hoy tenemos el placer de contar con la colaboración de Sosaku Runner (Pincha para ver su página web).
Consideramos a Sosaku Runner como uno de los mejores y más veteranos bloggers de running en lengua castellana. Todo un maestro para los bichos y un referente para cualquier runner que se precie.
He aquí su post denominado «LA LLAMADA»:
Hay un momento en la vida de todo corredor en el que sentimos “la llamada”, ese algo interior que ya no nos deja escapar. A veces es un acontecimiento concreto, otras veces simplemente porque nos hemos dado cuenta de que nuestra vida sedentaria no puede continuar y necesitamos arreglarlo, pero hay un día en que la sentimos.
La llamada no llega el primer día que sales a correr, es algo que escuchas más tarde cuando haces la transición de trotón a runner. Lo normal es que las primeras veces que sales a correr no escuches nada, ni tus pasos. Con las mejillas enrojecidas, dolor de piernas y los pulmones a punto de estallar, es difícil que escuches ninguna llamada.
Pero hay un día donde todo parece fluir, no sabes cómo pero comienzas a disfrutar corriendo. Te sientes bien mientras corres y mucho mejor después de hacerlo. Tu cuerpo se ha adaptado a la carrera y comienzas a generar endocanabinoides que son un chute de bienestar para tu cerebro. Comienzas a mejorar los ritmos, alargas las distancias, sales más frecuentemente, ya no lo puedes dejar. Es ahí cuando escuchas “la llamada” y sabes que serás un runner para siempre.
En mi caso mi vocación como runner fue bastante temprana. Era un niño normal que no destacaba en los deportes. Jugaba al baloncesto con amigos y al frontenis en un club cercano a casa, pero nunca estuve en ningún equipo federado de nada. Como consecuencia de un par de enfermedades de esas que se trataban antes con chutes de cortisona, sobre los 10 años cogí mucho peso, daño colateral de aquellos medicamentos. Llegué a estar incluso enfermo un año sin hacer gimnasia en el colegio, un recuerdo duro que aún mantengo. Ver a tus amigos divertirse haciendo deporte mientras tú estás sentado en un escalón no es algo que mejore tu autoestima precisamente.
Ese lastre extra adquirido a los 10 años me acompañó hasta los 15. Sobre esta edad, supongo que por la entrada en la adolescencia, decidí que debía hacer algo para reducir mi peso. Elegí correr porque era algo que quemaba muchas calorías y no requería grandes complicaciones. Mis primeras salidas fueron duras, pero recuerdo que pronto estaba haciendo un buen tramo de ida y vuelta de la Avenida Marítima de mi ciudad, unos 6 kilómetros.
En aquella época apenas nadie corría, esa Avenida era solo para mí. Salía con mi walkman-ladrillo en la mano, a veces llegué a ponerme plásticos debajo de la camiseta de algodón para sudar más (¡). Así un día tras otro. Y sin darme cuenta, me enganché a correr. Por supuesto controlé bastante mi peso. Correr se había convertido en una necesidad vital.
Con 18 años fui a Madrid a estudiar. Mis recuerdos son de correr por la zona donde vivía, con calor y con frío. Más tarde estaría unos años trabajando fuera de casa y seguí corriendo. Aquello nunca me abandonó. Era un pacífico “jogger” que corría tres o cuatro veces por semana, más o menos siempre los mismos 45 minutos. No participaba en carreras, no lo necesitaba para sentirme bien. Tampoco sabía qué había que hacer para participar o donde inscribirse.
Me casé, tuve a mi primera hija y una nueva enfermedad marcó mi vida como runner. Mi mujer enfermó de una enfermedad de esas consideradas raras. Fue una época dura que se juntó con la crianza de un bebé. Comencé a salir a correr por las noches cuando la bebé ya dormía. El estrés hizo que cada vez corriera durante más tiempo. Aumenté el volumen sólo para desconectar durante más tiempo del estrés que tenía por aquella situación. Gracias a Dios, en un año se pudo conseguir un diagnóstico que pasaba por una operación que salió con éxito. De aquella experiencia salí como un mejor corredor, más duro y que era capaz de correr durante más tiempo.
Un día de 2008, llamado por la burbuja del trail me apunté en un maratón de montaña. Inocente, pensaba que podía terminarlo bien ya que “a ratos se caminaba”. Acabé con las piernas bloqueadas, no estaba preparado para aquel esfuerzo, pero terminé. Terminar fue un chute de autoestima. Y un día hablando con mi hermano que ya tenía mucha experiencia como corredor de larga distancia me dijo “si has terminado una maratón de montaña puedes acabar una de asfalto”. Aquello fue el espaldarazo definitivo que necesitaba.
Busqué un libro de entrenamiento por internet y comencé a entrenar para Mapoma en 2009. La terminé bien, con un tiempo modesto pero con muy buenas sensaciones que es lo que se pretende en una primera vez. Me había convertido en corredor. La Maratón me atrapó y no me ha abandonado desde entonces.
Hoy son ya 14 maratones y 30 años desde que empecé a correr. Pasar muchos años de jogger me ha enseñado a respetar a todo el que corre, sea cual sea su nivel o sus ambiciones. También correr despacio tanto tiempo me ha ayudado a no lesionarme nunca en 30 años. Correr hoy es una necesidad vital que le da sentido a mi vida, algo tan necesario como respirar o alimentarme. Los comienzos fueron duros, mi cerebro lo ha olvidado porque nuestros cerebros vienen “de fábrica” para cuidarnos y ayudarnos a olvidar lo negativo. Hoy todos los recuerdos que tengo de correr son positivos, desde el primer momento en que sentí “la llamada”.
Mr Sosaku Runner