Dos semanas después de haber terminado la carrera y sin restos de endorfinas generadas por la prueba, me gustaría contaros que vencí mis miedos, que ahora confío más en mí mismo, que me siento más fuerte moralmente, que me valoro más y un largo etc…..pero la verdad es que no es así.
Me siento igual que hace dos semanas, no ha cambiado nada. Sólo que puedo decir que terminé.
Muy contento por ello, pero como con otra prueba más. No he sufrido como pensaba durante la prueba, no me pregunté qué carajo hacía aquí….. cuando en otras ocasiones lo había hecho en más de una ocasión.
Es una sensación agridulce
Agri porque no se si actué bien y no se si estuve a la altura de las circustancias.
Dulce porque tres semanas antes y después de realizar las llamadas tiradas largas la cosa no pintaba nada bien y al final lo conseguí.
¿Está escrito que un compañero debe de esperar a otro cuando este no va fino?
¿Hasta donde debe acompañarlo?
¿Eres mal compañero si no lo haces?
¿Le ayudas si te quedas?
Aún tengo esta duda… porque yo no lo hice. Actué como me hubiese gustado que lo hubieran hecho conmigo. En dos ocasiones tiré y «no miré atrás», tampoco es que fuera muy rápido pero no esperé ni acompañé al compañero.
Tenía claro antes de empezar que no iba a conseguir la “marca” propuesta, no estaba preparado para ello, ni física ni mentalmente.
El tema es que un día antes decido que correría con un compañero…y así se lo hago saber.
El previo a la carrera como siempre, no tenía nada que perder al contrario mucho que ganar….al menos moralmente.
Comenzamos y los primeros kilómetros íbamos bien, o por lo menos cumplíamos con el ritmo marcado.
Yo sabía que él no andaba fino, estaba tocado por eso en el km 8 le digo “vamos bien ¿eh?”- ingenuo de mí – ”joder no vamos a ir bien”.
Pero con el paso de los kms observaba de reojo que él no iba tan fino, aun así no bajamos el ritmo. Pero en el km 23 tiro y dejo a mi compañero… ¿hice bien?.
Por un lado pienso que si, porque “no le obligaba” ir a un ritmo que por su dolor no podía aguantar, incluso creo recordar que nos miramos y yo quise entender: vete, sigue tú.
¿Me tuve que haber quedado? A día de hoy no lo sé. Ni siquiera yo sabía con certeza si podía terminar ya que en unas de las tiradas largas en el km 28 me quedaba sin fuerzas, muerto.
Decido probarme y seguir en solitario. Cómo no tenía historias en la mente pues otra más… y no contento con ello, antes de enfilar ciudad jardín escucho:
“Juan, ¿y mi marido no está contigo?” Como pude le contesté que no sabía nada de él, aunque mi mente le decía: lo he dejé tirado, Michel perdona. No actué con mala fé.
He leído tu post Maratón Málaga 2014 (Epílogo segunda parte) y no me tienes en cuenta. Gracias.
Pero aquí no acaba, había que subir y bajar los km 33 al 36. Tres semanas antes sucedió lo mismo que en el 28, pero esta vez en el km 32.
Nunca antes había corrido más que 32.01 km y me tocaba enfrentarme a lo desconocido, a mi cansancio, al supuesto muro, a la negativa de mi traslado, a mi mal hacer con mi compañero… y para rematar la faena me encuentro a otro compañero roto, caminaba… creo recordar que corrimos juntos unos metros y esta vez soy yo quién le dijo que no podía, al verle me vine completamente abajo como en las últimas tiradas.
Recuerdo que le dije a Raúl»hay que ser positivo que la cosa está muy mal». Al llegar al avituallamiento de la rosaleda mi dio una pastilla no sé de qué, me dio agua y seguimos corriendo… también lo deje atrás.
¿Hay que ser hijo de puta verdad? Pues yo lo hice, el me ayudó y yo seguí. Raúl Perdona. Tampoco estuve a la altura.
¿Que hace cualquier otra persona? Se queda a su lado y camina hasta la meta…..
A los dos os pido disculpas, igual me estoy fustigando demasiado, pero es lo que siento. La sensación agri le gana a la dulce. Y esto es lo que recuerdo de mi primera maratón.
Pero como he dicho yo actué así porque así quiero que hagan conmigo… ¿verdad Fran?
Mr Anfibio