Como siempre, la noche anterior, dejé preparado mi “altar”. La ropa que usaré junto con las medias compresoras, zapatillas, calcetines, dorsal, geles, sales, etc.…
Todo seguía como era el ritual de costumbre. Los nervios estaban algo mas rebeldes que de costumbre, debería de haber escuchado a mi subconsciente, pero no quería darme cuenta que ese día no sería como las maratones anteriores.
Desde la preparación todo era distinto, esta vez me estaba costando mucho mas trabajo seguir la planificación. Aunque no solo la planificación, la dieta no ha sido todo lo estricta que fueron las veces anteriores.
Esta vez me había propuesto, para despedirme de esta distancia, hacer mi MMP. Las indicaciones del entrenador eran claras y directas: “Sigue el plan de 3hrs y adáptalo a tus ritmos”. Al contrario que las dos veces anteriores, no conseguía centrarme. Todo empezó muy bien. Sin fallar en ningún entreno, cumpliendo ritmos y plazos. Todo evolucionaba bien. Pero empecé a fallar, por asuntos varios no he seguido el plan como la ocasión requería y para redondear la mala preparación me lesione haciendo la tirada larga a dos semanas de la prueba. Como no podía ser de otra forma el resultado salta a la vista. Es lo que diferencia a la Maratón de la vida, a la vida puedes engañarla pero la Maratón te pone en el lugar que correspondes. A lo mejor poner mil excusas serviría para maquillar este desastre pero no me van esas cosas.
Volviendo al día D. Suena el despertador, desayuno, me arreglo y tiro para el punto de encuentro. Saludos y presentaciones. Los nervios hacen acto de presencia, ya no son solo el cosquilleo de otras veces. Nos despedimos y nos metemos en nuestros respectivos cajones.
Una vez dan salida comienzo a seguir el plan previsto acompañado de Mr. Zuki, coger un ritmo cómodo e intentar mantenerlo hasta el final (no se puede ser más iluso por mi parte).
Este plan me dura hasta los 25 kms, donde Filípides me da un “zas en toda la boca” y a partir de aquí empieza mi calvario y caída en picado. Los calambres cada vez son mas continuos e incluso bajando el ritmo e ir intercalando con tramos andando se me alivian. Me van pasando corredores y cada Bicho que me pasa me pide que le siga, cosa que me es imposible, tras palabras de aliento y ánimos les voy pidiendo que tiren ellos (bastante tocado anímicamente estaba como para hacer pinchar a otro compañero por mi cagada).
El ver a mi madre en el km 31 me da un empujón de ánimos que me hace “subir” el ritmo, pero solo me dura unos 3kms. Los continuos calambres me recuerdan que esta vez el plan inicial se quedaría allí, en el inicio. Esto mismo me vuelve a suceder al ver a Mr. Banders a la altura de Calle Hilera, sé muy bien que le hubiera encantado estar allí junto a tod@s corriendo, gracias fenómeno. Y desde aquí hasta el arco de meta fui arrastrándome como pude.
En resumen: Filipides me atizó fuerte y pronto. Quizás yo venciera esa batalla llegando a meta y colgándome la medalla de finisher. Pero la Maratón me ha ganado la guerra y me ha hecho obtener la peor marca en mi despedida de esta distancia.
Muchas gracias a tod@s los que me animasteis y confiasteis en mí, por apoyarme en mi reto, aunque no lo lograse.
Mr Boar
P.D.: La ilusión te empuja donde la fuerza no llega.