Como cada mañana suena el despertador a las 6:50. Nos levantamos con especial cuidado por no hacer ruido y no despertar a los que aún pueden aprovechar un rato más en la cama.
Hoy es domingo y hemos quedado para correr. No remoloneamos, no esperamos a que suene la segunda alarma -qué diferente sensación aunque el sonido del despertador sea el mismo de todos los días-.
Nuestras parejas no nos echan en cara que es la única mañana que tienen para que nos despertemos juntos algo más tarde de lo habitual, para que nos quedemos hablando un rato en la cama antes de levantarnos. Es domingo y cuando los “peques runners”, que ya están en el sofá viendo los dibujos animados, nos ven salir sólo nos dicen que no tardemos mucho, que tenemos planes para hoy.
Cuando los bichos nos planteamos, hace un año por separado, hoy en grupo, correr nuestra primera maratón tuvimos la enorme suerte de contar con el apoyo incondicional de nuestras parejas, padres, hermanos y amigos porque sin su ayuda esa aventura habría sido imposible.
Especial mérito tienen nuestras parejas que, con infinita paciencia, soportan que cada vez que salimos a entrenar es un rato que dejamos de pasar con ellas. Que no se desesperan cuando hacemos continuos planes sobre las próximas carreras que haremos, y a las que nos acompañarán sabiendo que tendrán que quedarse solas mientras nosotros corremos (ya se van haciendo compañía y, en cuanto cojan confianza, aprovecharán para “darnos lo nuestro”). Y porque entienden que así, corriendo, llenamos una pequeña porción de nuestra cuota de felicidad.
Porque cada entrenamiento, cada zancada, cada kilómetro, cada meta que superamos colma nuestras ilusiones pero también las vuestras. Porque nuestra ilusión es la vuestra. Se la tenemos que agradecer a Mrs. M, Mrs. Iron Gus, Mrs. Farleks killer y Mrs. Banders. (*privado)
Por estar siempre a nuestro lado.
Mr Banders