Correré mi primera maratón a los 50, correré mi primera maratón a los 50, correré mi…
Reconozco que soy un bicho raro: que una mujer decida estrenar la cincuentena corriendo su primera maratón no es lo habitual, aunque afortunadamente cada vez somos más las que, jóvenes y menos jóvenes, alternamos “zapas” y tacones con decisión, dispuestas a hacer nuestras las calles.
La primera cuestión que surge es cómo he llegado hasta aquí; en líneas sucesivas trataré de dar una respuesta, aunque no sea fácil ni de explicar ni de entender. La segunda, más que una pregunta es una sombra pegajosa que a ratos me lastra, ¿Lo conseguiré?.
Empecé a correr porque quería quitarme los kilos que me habían quedado después de dar a luz a mi hijo; seguí porque me ayudaba a despejarme, a poner un poco de paz en el bullicio de mi mundo interior, mis múltiples personalidades y yo nos dábamos una tregua y dejábamos de incordiarnos mutuamente. Observé que al cabo de un rato de carrera, los sentimientos no eran tan sangrantes, los miedos, angustias y preocupaciones suavizaban sus aristas y surgían las ideas, a veces francamente buenas, otras no tanto, pero el resultado siempre era que de vuelta me encontraba más serena y con mejor disposición para afrontar el día, y así llegué a una conclusión importantísima: correr me proporciona felicidad.
Han pasado casi 23 años, durante los cuales la carrera ha sido un refugio seguro al que recurrir, sobre todo, en los malos momentos, que no eran tan malos, o al menos no dolían tanto, si llevaba unos kilómetros en las piernas. Eso sí, debo decir que durante la mayor parte de estos años he corrido a lo loco: sin medida, sin medir tiempo ni distancias, en definitiva, sin ese apéndice maldito que ahora vibra en mi muñeca izquierda cada vez que recorro un kilómetro.
La segunda mitad de 2014 fue trascendente en mi vida, tomé decisiones difíciles y dolorosas, que cambiarían mi vida para siempre y que había postergado durante demasiado tiempo. Como no podía ser de otra forma, una parte importante de esas decisiones se gestaron al ritmo de mi zancada; tal fue así que en diciembre decidí inscribirme para la Media de Málaga de 2015. Por entonces corría siempre sola, sola tomé la decisión y sola me inscribí, pero enseguida encontré el coach ideal, sin el que hoy no se vivir y que corrió metro y medio por delante de mí, para que terminara en 1:47:59 de tiempo real. A partir de ahí, más carreras, el caballo loco galopando en libertad y mi pulsómetro bien ajustado ayudándome a controlar el ritmo, a valorar mis progresos y a planificar mi carrera.
Más carreras y más competiciones –siempre medias o 10K- y descubro que soy una adicta más, adicta al running: empiezo a salir a correr de madrugada, antes de trabajar, o de noche al volver, a invertir la mayor parte del tiempo libre en correr, así que busco la manada y la encuentro: otros bichos raros con los que me siento identificada; que cuentan sus historias, como yo esbozo la mía, unas divertidas, muchas de superación, de sufrimiento, y también de ilusión, de la ilusión que nos une y nos llevará a la meta.
Nada es comparable como cabalgar con libertad y locura
No se si conseguiré llegar al paseo del parque el próximo 4 de diciembre, porque las lesiones, que siempre me han respetado, me van minando; he reducido mis expectativas, pero sigo entrenando, acostumbrándome al dolor, aunque consciente de que me puede parar; sin embargo pocas veces he estado tan segura de algo, y es que seguiré luchando por llegar, por encontrarme con vosotros en meta. Gracias manada.
Mrs PepaC