Como cada año, llega la fecha marcada en rojo en el calendario, esta semana es especial.
El domingo está ahí. Cuatro meses de esfuerzo, de sacrificio, de entrega, de lucha, de trabajo, cuidando los detalles.
Una última semana de muchos nervios, consejos de los veteranos a los noveles, carga de hidratos, noches sin dormir de los nervios esperando la gran salida.
Entre el viernes y el sábado pasamos por la feria del corredor como pasan los cofrades a recoger las velas para la procesión a recoger nuestros dorsales y a saludar al resto de los hermanos de la manada.
Muchas caras nuevas y muchas caras veteranas, los hermanos mayores dando ejemplo como siempre.
Algunos de nosotros como voluntarios entregando ilusión en un sobre mágico con un número que para siempre quedara en nuestra memoria, el dorsal.
La noche del sábado se plantea complicada, las webs de previsiones meteorológicas no dan buenas noticias, correremos con lluvia parece.
Empezamos a buscar en los armarios cortavientos, chubasqueros, flotadores, pero no hay quien nos detenga.
Suena el despertador, tomamos el desayuno y nos vamos para la zona de salida, bajamos las escaleras de la casa hasta la calle y miramos al cielo, aun sin amanecer, llueve, se espera una carrera dura, no conseguiremos buenas marcas, pero terminaremos la carrera, para eso nos hemos levantado.
Mientras nos desplazamos hasta la Alameda, nos damos cuenta que llueve más de lo que pensamos, miramos el teléfono, y nuestras ganas nos siguen diciendo que va a escampar, a través de los mensajes de wasap del grupo nos llegan los atuendos submarinos del resto de los miembros del grupo y las dificultades para salir de sus casas y de llegar a la línea de Salida.
Parece que van a tener que retrasar la salida, pensamos, la organización confirma al rato que se tomará una decisión más adelante.
Todos inquietos , con ganas de correr, la locura en nuestras mentes nos impide pensar en otros términos que no sean épica, aventura , lucha y esfuerzo y por supuesto terminar de manera heroica la maratón y conseguir nuestra medalla con nuestro tiempo.
Los corrillos de corredores llegados de todos los lugares, de la provincia, del resto de España y desde el extranjero empiezan a cambiar sus caras, los voluntarios continúan bajo el temporal, pero la lluvia no se detiene, nos llegan imágenes de inundaciones y empezamos a pensar en el segundo desayuno.
Al final se confirma, dolorosa decisión de la organización, la maratón se suspende.
Pero bueno nosotros los bichos ya la hemos terminado, cuatro meses de esfuerzo, de quedadas de tiradas largas, la hemos recorrido mentalmente cientos de veces, hemos pasado por Calle Larios con los brazos levantados y hemos entrado en meta sonriendo, bajando nuestros cronos, sufriendo en el kilómetro 32, disfrutando en cada avituallamiento y saludando a nuestra familia en varios puntos del recorrido, hemos visto al resto de los bichos cruzando la meta, los dorsales así lo atestiguan.
Somos finisher, porque todo el que sea capaz de ponerse en la línea de salida es ya un finisher, hemos finalizado nuestra maratón particular, aunque no haya fotos , hemos pasado por la media mejor de lo que pensábamos , hemos conseguido superar esas molestias físicas que nos molestaban al correr, hemos llegado a la meta.
Como dice alguien muy querido somos los campeones por equipos de la maratón de Málaga.
Estamos orgullosos de nuestras marcas, la lluvia no nos puede parar, para el que no entienda de carreras la maratón de Málaga no se ha celebrado, la lluvia la ha suspendido, para mi todos los corredores han terminado la prueba.
El año que viene nos volvemos a ver en la línea de salida, la marca roja en el calendario ya está puesta, 1 de septiembre, comienza una nueva aventura, Maratón de Málaga 2017. Esto es algo más que correr.