Domingo 25 de enero de 2015…. Nueve de la mañana: suena el despertador, lo apago y retraso la alarma 20 minutos más como de costumbre.
Saco la mano de debajo de las mantas… en un par de segundos se me queda helada y pienso: «joder…lo que debe de hacer ahí fuera», pero he quedado con un amigo para hacer la tirada larga y toca cumplir.
Me levanto y voy hacia la cocina, pongo el pan a calentar, me dirijo a la terraza para ver qué día hace; impresionante, aunque parece que hace viento.
Regreso a la cocina, desayuno y como aún quedan casi 2 horas para vernos vuelvo a meterme en la cama. Que agusto estoy, hay que estar loco para salir a correr por la mañana, un día que descansas y con el frío que hace.
Regreso a la habitación donde la noche antes dejé preparada la ropa que me pondría… !uf!, no sé si pasaré frío o no, pero bueno, ya entraré en calor (pienso).
Me visto y bajo, mi amigo me espera en el portal de casa. Oye pero, ¿si el aire que corre no parece tan frío?. Me asaltan dudas y antes de salir dejamos en su coche «mis bragas», el corta viento y las medias compresoras … !casi ná!
Llegamos al tranvía y me sobran hasta los manguitos que él me había dejado por si acaso.
¿Al tranvía? ¿Dónde está el tranvía? Algo tan malagueño, algo que siempre nos ha representado y … !que nos lo han robado!. Creo que voy a escribirle al señor alcalde, Don «Paco de la Torre», porque al menos yo quiero que nos lo devuelvan.
Ya de regreso nos cruzamos con un paseo marítimo abarrotado, un loco que hace zigzag con su bicicleta entre los viandantes del paseo, un señor de unos 60-70 años que nos adelanta y nos miramos diciendo: !zas en la boca!. Una pareja de enamorados que superan los 60 años con un palo de selfies (la estupidez no tiene edad), un vecino que pasea un híbrido mitad gato mitad conejo (un hurón) por el paseo marítimo de huelín, un señor de avanzada edad que casi atropella a mi compañero con su patinete.
Desde luego, la locura no está bien definida o como dice mi madre: “en el psiquiátrico ni están todos los que son, ni son todos los que están».
Ha sido un domingo cualquiera, un domingo en el que has dejado atrás las preocupaciones y el stress del día a día para disfrutar de un ratito de carrera en buena compañía.
Y aún hay quien me pregunta porqué corro… y yo os pregunto: ¿Y por qué no?