Inicio Reflexiones 1ª Temporada. 4º Capítulo: 364 días atrás.

1ª Temporada. 4º Capítulo: 364 días atrás.

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1ª Temporada. 4º Capítulo: 364 días atrás.
Esta es la historia de los acontecimientos que me sucedieron en la mañana del 8 de diciembre de 2013, fecha de la IV Maratón Cabberty Málaga. No encontrarás consejos ni recomendaciones, sólo mi experiencia.
Me desperté sobre las 6:30. No recuerdo haber dormido especialmente mal esa noche, me duché, como siempre  hago antes de las carreras, desayuné y nos fuimos para el puerto donde sería la salida y, sobre todo, una llegada inmejorable.

                                                                Un día inmejorable para correr
La mañana amaneció fría y los corredores nos afanábamos por entrar en calor. No era mi primera carrera, ya había corrido varias media maratones, pero mis sensaciones antes de empezar eran distintas. Estaba más “centrado” que otras veces. No diría que nervioso pero sí más consciente de que me enfrentaba a una distancia desconocida. Nunca había corrido tantos kilómetros seguidos y eso me inquietaba.
  Concentración antes de la salida.
Iba con dos amigos, uno de ellos ya corredor experto aunque cada vez más volcado en el trail, el otro, como yo, debutante en esta distancia, que, se suponía, tenían el mismo objetivo que yo, bajar de las 4 horas, pero, apenas dada la salida, vi como salían disparados. No quise seguirles, me sitúe en el grupo del  globo de 4 horas y me mantuve en el pelotón de forma cómoda. Debo reconocer que, gracias a que las fuerzas me acompañaron, pude hacer honor al sobre nombre de “mente fría” con que se refieren a mí algunos @bichosrunners y mantener el ritmo de 5:40 m/k que tenía previsto. Sin embargo, la primera alarma (y gracias a Dios) la única que noté en toda la carrera se produjo apenas pasados 7 u 8 kilómetros. De repente sentí un dolor intenso en el gemelo derecho que me hizo temer la retirada. Seguí avanzando y, por suerte, tal y como vino se fue. Esa es la única sensación negativa que puedo referir de esa carrera.
Seguí en grupo hasta pasado el 10k cuando me di cuenta de que el práctico de las 4 horas se iba retrasando cada vez más de su ritmo teórico y que se vería obligado a acelerar si quería cumplir con su compromiso. Así que, para evitarme acelerones innecesarios, fui poco a poco subiendo el ritmo y hasta volver a situarme en  mi ritmo objetivo.
Todo iba según lo previsto. Había quedado con Esther en que nos veríamos en el 16k (justo a la entrada a Calle Larios) a una hora prefijada y, a la hora exacta estaba pasando (y “posando”) para la cámara de su móvil.  

Entrando en Calle Larios

Un poco más adelante, sobre el 18k, adelanté al primero de mis amigos (el otro novato) pero lo realmente importante es que, a partir de ese punto, coincidí en ritmo con otro corredor (Álvaro) con el que compartí los siguientes 18 kilómetros. Con él pude vivir una de las experiencias más gratificantes que tiene este mundo de locos aficionados a correr. Sin conocernos de nada, sin hablar demasiado, nos hicimos compañía, compartimos los avituallamientos, algún comentario sobre cómo íbamos, el momento en que él se encontró con su familia y los ánimos que le dieron para sobrevivir al laberinto interminable entre el Martín Carpena y Sacaba. Volví a verlo justo antes de la salida de la Media Maratón de Málaga 2014 y nos saludamos con afecto.

 El plan se cumplía sin incidencias. Mantenía con comodidad el ritmo y cumplía con los avituallamientos de forma metódica: a partir del 15k, bebía un poco de isotónico, comía plátanos (las naranjas me dejan las manos pegajosas y me dejan hebras entre los dientes) y me guardaba un botellín de agua, tanto para enjuagarme como para hidratarme, en el maillot que llevaba de camiseta (para mi imprescindible por su comodidad).
Durante la planificación siempre le había dicho a Esther que si era capaz de llegar a Sacaba podría terminar la maratón. Conocía el último tramo de la carrera a la perfección, ya que es donde solía entrenar,  y justo saliendo de la rotonda de Sacaba, sobre el 36k, mi compañero de aventuras comenzó a mostrar signos de cansancio y, viendo que yo seguía firme, me invitó a seguir mi camino. Nos deseamos suerte, Él aflojó un tanto y yo apreté dispuesto a echar el resto en esos seis kilómetros finales.

Tenía por delante los que, hasta hoy día, han sido, sin duda alguna, los kilómetros más emocionantes que haya recorrido. Me sentía fuerte y confiado (salvo una leve molestia en el empeine izquierdo, no sentía la menor sensación de fatiga) la euforia por tener tan cerca un sueño que hasta poco antes ni siquiera contemplaba como posible me arrastraba. En el 39k me encontré con mi otro amigo. Iba ya sufriendo mucho y, en seguida, me dijo que siguiera adelante, que ya nos veríamos en la meta. En el 40k una chica rubia saltó de entre el público y se puso a mi paso. Era MdM, mi mejor amiga, por quien retomé mi interés por el running y todo un ejemplo de cómo el deporte puede salvarte la vida (este año ha corrido su primera maratón, nada más y nada menos que en NY (una campeona!). Nos abrazamos, me felicitó y me dio el impulso final.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A 500 metros de la meta, me esperaban mis padres y Esther y ahí ya no pude contener las lágrimas (casi afloran al recordarlo). Todos los madrugones, todo el cansancio acumulado, las lesiones, todo cobraba sentido en ese instante al ver la felicidad (y por qué no decirlo) el orgullo reflejado en sus rostros. Curiosamente, al cruzar la meta sólo sentí una enorme sensación de paz y tranquilidad…

Objetivo cumplido

Dicen que ser maratoniano te cambia la vida y si miro atrás no me cabe duda de que, al menos, la mía no volverá a ser la misma. La que por entonces era mi novia es hoy mi mujer (Mrs. Banders) a la que nunca agradeceré bastante su apoyo cada día. De la maratón surgimos @bichosrunners donde he encontrado más que compañeros de carreras verdaderos amigos.

 Quizá esperarais una historia de sufrimiento, de superación ante “el muro”, de épica, pero esa es mi historia. Sé que, posiblemente, mi experiencia fuese engañosa, que todo fue demasiado bien y que aún no conozco el lado del sufrimiento de la maratón. Sin embargo, también sé que no me asusta y que no dejaré de plantarme en la línea de salida de otras maratones dispuesto a volver a pasar de largo del muro y a plantarle cara al “hombre del mazo” que, antes o después aparecerá.
Pero esa ya será otra historia. Y las que vendrán…
PD. Aunque sea un clásico, o precisamente porque lo es, recomiendo ver esta última semana el mítico video de “Esos locos que corren”:

Mr. Banders