ENERO 2018 – Comienzo el año con nuevos propósitos
Y de nuevo quiero empezar a volver a la carga. Sí, cuantas veces habré dicho lo mismo desde hace unos meses. Siempre pasa algo, complicaciones familiares, personales, de salud… Evidentemente la salud manda ante todo, y una vez recuperada, ya no habrá nada que me detenga.
Esta situación nos pasa a todos alguna vez, nos ponemos excusas o motivos para no hacer lo que queremos y nos auto convencemos de que no podemos. Esa es la actitud que tengo que cambiar, esa es la actitud que voy a cambiar.
Todo el mundo tiene un comienzo, pues el mío fue bastante simple, desestresarme. Estar en un ambiente de trabajo inapropiado, todo el día sin parar y aguantando a unos compañeros no siempre demasiado amables, hacía que se me cayese el pelo muchísimo y el mal humor reinaba en mi casa cuando yo llegaba. En serio, mi madre no paraba de decirme los “pelusones” que recogía cada vez que me iba al trabajo. Imaginaros las bolas del oeste, pues eso mismo.
No podía evitarlo, era incapaz de desconectar. A todo eso súmale el hecho de que nunca había practicado ningún deporte, y mi forma física era penosa.
Un día en el trabajo me di cuenta de que no podía ser tan joven y estar asfixiada solamente por subir un par de cuestas, eso había que solucionarlo. Pues bien, me propuse salir a andar todos los días un rato. No puedo estar más contenta de la decisión que tomé. Eso me relajaba, hacía que mis pensamientos volaran y dejaran escapar las malas vibraciones. Al poco tiempo, hablando con un par de compañeras del trabajo de lo bien que me estaba sentando el paseíto diario, decidieron acompañarme y así hacíamos juntas nuestra terapia anti estrés.
Mr. Zuri es el gran culpable de que empezara a correr. Él siempre ha practicado deporte, y me decía que si corriese, podría llegar más lejos en el mismo tiempo y ver más mundo. Razón no le faltaba, mientras yo andaba por la vía verde, él hacía el doble que yo corriendo, y cuando terminaba, su cara irradiaba satisfacción.
Me decía que yo sería también capaz de hacerlo, pero que para ello tenía que empezar, no rendirme y crear una rutina. Yo veía un mundo eso de correr, e incluso lo intenté en la facultad, pero no cuajó el tema.
Pues bien, después de meditarlo y cotillear por la web, encontré un plan para empezar a correr de 12 semanas, partiendo desde cero. Me propuse seguir el plan a rajatabla, para ver si de verdad funcionaba, y tras esas semanas, poder hacer 40 minutos seguidos. Todo un desafío. Yo tenía mis dudas, pero no iba a perder nada por intentarlo, y si encima funcionaba, sería increíble.
Primer día: alternar 1 minuto corriendo y otro andando. Parecía fácil, pues no!! Mentira!! Ese miserable minuto parecía que fuesen 5 al menos. Horrible, la sensación de asfixia fue tremenda. ¡Y era el primer día!! Dudaba de la efectividad del plan.
Conforme pasaban los días iban aumentando los minutos de correr y disminuyendo la parte andando, y aunque los segundos corriendo se hicieran eternos, conseguía cumplir el plan establecido. Ahí empecé a sembrar la semilla de la constancia, y con ello mi felicidad, la sensación del trabajo hecho pese al esfuerzo, no tenía precio. El subidón al terminar el entreno era asombroso, al igual que mi cara con ese reflejo a tomate.
¡Pues tras esas 12 semanas, pude completar mis primeros y maravillosos 40 minutos!!! Creo que nunca se me olvidará esa sensación, ese cosquilleo y la satisfacción por todo el esfuerzo realizado y plasmado en ese tiempo.
Como podéis imaginar, el estrés durante ese tiempo desaparecía. Me concentraba tanto que los malos humos se iban. El plan salió mucho mejor de lo previsto. Y por tanto, la rutina estaba creada y había que mantenerla.
Quiero volver a sentir eso. Lo quiero, lo necesito. Cuanto bien hace y cuanto se echa en falta cuando no lo tienes. El objetivo para 2018 está escrito. Voy a conseguirlo. En busca de mis comienzos, en busca de las sensaciones perdidas.
MRS MOON